Acto I
(El escenario revela un
paisaje desolado y lunar en el que incluso las palomas parecen haber tomado
vacaciones. Es la iglesia de su barrio. En el centro de este desierto
espiritual se encuentra Joe, siendo el único testigo. Con una mirada
atormentada, deambula de un lado a otro mientras el viento, que empuja un
ventilador, agita su cabello.)
Joe: (monólogo) ¿Qué soy, sino
un fantasma en vida? Mi alma se arrastra en el abismo de las orgías, y las
sombras me acechan como condenados silencios. Oh, me siento como Caín, ¿por qué
carajo este huevón destiló la sangre de su hermano, el cuarto fruto de la
creación?
(Ahora, a lo lejos se escucha a
un cura susurrando.)
Cura: Ya llegó otra vez mi
querido feligrés.
Joe: Buenos días, Padre. He
vuelto a las andadas. El Pachuco Bailarín me convenció de nuevo. En esta
ocasión, nos cepillamos a cuatro españolas...
Cura: Buenos días, Joe. Toma
tu posición en el confesionario.
(Joe ingresa y se arrodilla)
(También entra el cura al
pequeño recinto, una figura oscura envuelta en misterio.)
Cura: Si que son culeros...
Pero las respuestas yacen más allá de lo que ves, Joe. Los dioses son
indiferentes, como el viento que lleva consigo las voces olvidadas.
Joe: ¿Los dioses? ¡Yo solo creo
en el Gran Jefe!
Cura: (mirando fijamente a Joe)
Te he visto, errante en tu agonía. Soy clérigo, desterrado por rechazar las
cadenas impuestas por los mismos dioses que te ignoran. Para ti solo es el Gran
Jefe, Yahvé, el dios de los judíos.
Joe: (mirándolo con
curiosidad) Padrecito, ¿también es una paria como yo. ¿Qué ha hecho usted y que
sabe de mi dolor?
Cura: (con una sonrisa
enigmática) Conozco las tormentas que azotan tu alma, las noches en que tus
pensamientos son sicalípticos como cuchillos afilados. He caminado en las
sombras y he desafiado las ataduras celestiales.
Acto II
(Ya es de noche y están fuera
del confesionario. El escenario muestra un rincón oscuro donde Joe y el confesor
se sientan alrededor de una hoguera que está dispuesta en el jardín de la
iglesia.)
Cura: (con voz suave pero
penetrante) Los dioses te han abandonado, Joe. ¿Por qué buscar su redención en
un mundo que no entiendes?
Joe: (con intensidad) Pero mi pecado
son las orgías junto a mis amigos... ¡Qué rico bacanal, no le puedo mentir! ¿Cómo
puedo negar el peso de esta mochila?
Cura: (con tono persuasivo) La
culpa es un manto que te ata, una invención de los que buscan controlarte. ¿No
ves que somos libres en nuestra condena?
Joe: (vacilante) ¿Qué me
ofreces, confesor? ¿Una negación de todo lo que he hecho junto al Pachuco
Bailarín y Metich-E?
Cura: (con pasión) Te ofrezco
un camino más allá de la obediencia ciega. Te ofrezco la libertad de cuestionar
y explorar. Te ofrezco el poder de decidir tu destino.
Acto III
(El escenario cambia a un
rincón oscuro, donde Joe yace en su cama desecha, luchando en medio de un
torbellino de visiones y pesadillas.)
Voces apagadas: (susurros
oscuros) Abraza la oscuridad. Rechaza las cadenas. Encuentra la verdad en la negación.
(El eclesiástico aparece en la
tormenta de visiones, tendiendo una mano hacia Joe.)
Cura: (dentro de su pesadilla)
Joe, el tiempo es un río implacable. Escoge antes de que las sombras te
engullan por completo.
Joe: (luchando con su decisión
y tratando de despertar) La negación, la rebelión... ¿o la redención?
Acto IV
(El escenario muestra una
encrucijada donde Joe ya despierto se encuentra solo, enfrentando su elección.)
Joe: (con determinación) El
pasado no puede borrarse, pero el futuro es mío para moldear. No puedo negar las
orgías con mis amigos, pero puedo redimirme en mi propio camino.
(Voces agitadas de mujeres
entregadas al amor resuenan en sus pensamientos.)
Pachuco Bailarín y MTICH-E: (voces distantes)
La elección está hecha. Tu decisión se desgarra entre la inminente orgía y la
oscuridad de tus deseos.
(Joe desaparece, encaminándose
hacia el Metropolitano. La decisión es suya.)
Fin
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