domingo, 28 de agosto de 2011

Poemas sueltos

AMAR Y SER AMADO
Amar es nada.
Ser amado es algo.
Pero amar a quien nos ama…
es todo

LÁGRIMAS
Enjuga, niña, tu llanto,
que esas lágrimas son perlas
y el ingrato no merece
que tú compasión le tengas.
 
Guarda esas lágrimas, niña,
que acaso algún día debas
llorar mucho más… y entonces
quién sabe, te falten ellas!
 
Y cuando seas mujer
y la realidad comprendas,
¡ah! Cuánto te habrá pesado
llorar por vanas quimeras!

SERÁ
Si sería o no sería
para qué me casaría
En la puerta de la Iglesia
que bicho me picaría
o en la casa de mi suegra
brujería me harían.

jueves, 25 de agosto de 2011

Frases y citas celebres sobre el sexo

* Debajo de una manta, ni la fea te espanta. – Anonimo
* El erotismo monta mecanismos que sustituyen el amor por un álgebra de sexos de combinaciones muy conocidas. – Emmanuel Berl
* Masturbarse es hacerle el amor a la persona que uno más quiere. – Woody Allen
* Los hombres alcanzan su máxima potencia sexual a los 18 años. Las mujeres alcanzan la suya a los 35 ¿No tenéis la sensación de que Dios nos esta gastando una broma? – Rita Rudner
* Se supone que la pornografía despierta el deseo sexual. Si la pornografía es un crimen, ¿cuando arrestaran a los fabricantes de perfumes? – Richard Fleischer
* Las mujeres necesitan una razón para tener sexo. Los hombres sólo necesitan un lugar. – Billy Crystal
* Es una ley inexorable en la vida de los sexos: la acción anafrodisíaca de la costumbre. – Gregorio Marañón
* Lo bueno de la masturbación es que no necesitas vestirte de forma elegante para ello. – Truman Capote
* El mundo está lleno de esos seres incompletos que caminan sobre dos pies y degradan el único misterio que les queda: el sexo. – David Herbert
* La cantidad total de sexo no deseado soportado por las mujeres probablemente es mayor en el ámbito del matrimonio que en el ámbito de la prostitución. – Bertrand Russell
* Vanidad, venganza, soledad, aburrimiento; todo vale. La lujuria es una de las razones menos comunes de la promiscuidad. – Mignon McLaughlin
* Uno no aprecia un montón de cosas en la escuela hasta que crece. Pequeñas cosas como ser castigado todos los días por una mujer de mediana edad. Cosas por las que, más tarde en la vida, uno paga un buen dinero. – Elmo Philips
* Cuando un hombre acude a una cita se pregunta si va a tener suerte. La mujer ya lo sabe. – Frederike Ryder
* ¿Gozaran tanto los infantes de la infancia como los adultos gozamos del adulterio? – Murray Banks
* Creo que los hombres hablan con las mujeres para poder acostarse con ellas y las mujeres se acuestan con los hombres para poder hablar con ellos. – Jay McInerney
* Los hombres son esas criaturas con dos piernas y ocho manos. – Jayne Mansfield
* Creo que el sexo es una de las cosas más bonitas, naturales y gratificantes que el dinero puede comprar. – Tom Clancy
* Creo que el sexo es una cosa hermosa entre dos personas… entre cinco ya es fantástica. – Woody Allen
* Una orgía real nunca excita tanto como un libro pornográfico. – Aldous Huxley
* Hay un gran número de dispositivos mecánicos que aumentan la libido. Particularmente entre las mujeres, el mejor de todos es el Mercedes Benz 380SL descapotable. – P. J. O’Rourke
* La verdadera sexualidad no es el simple acercamiento de los sexos, sino el trabajo creador del hombre y la maternidad de la mujer. – Gregorio Marañón
* Si nuestra vida sexual estuviera determinada por nuestros primeros experimentos de juventud, casi todo el mundo estaría abocado al celibato. En ningún otra área de la experiencia humana las personas están más convencidas de que pueden conseguir algo mejor si tan solo perseveran en ello. – P. D. James
* No es cierto que cuanto mas sexo tengas, mas interfiera este en tu trabajo. Me he dado cuenta de que cuanto mas sexo tienes, mejor trabajas. – H. G. Wells
* Es esencial que comprendamos de una vez por todas que el ser humano es una criatura sexual mucho mas que una criatura moral. Lo primero es inherente, lo segundo es un injerto. – Emma Goldman
* La diferencia de la infidelidad en los dos sexos es tan real que una mujer apasionada puede perdonar una infidelidad, cosa imposible para un hombre. – Henri Beyle Stendhal
* Se supone que la gente folla. Este es nuestro principal cometido en la vida, y todas esas otras actividades -tocar la trompeta, pasarle la aspiradora a la alfombra, leer novelas de misterio, comer crema batida de chocolate- son tan solo formas de pasar el rato hasta que vuelvas a follar. – Cynthia Heimel
* El sexo sin amor no es mas que ejercicio físico. – Robert A. Heinlein
* Hazlo bien y no mires con quien. – Woody Allen
* Para tener éxito con el sexo opuesto, dígale a ella que es usted impotente. No podrá esperar ni un minuto para refutarlo. – Cary Grant
* Dejar el sexo a las feministas es como dejar a tu perro de vacaciones con el taxidermista. – Matt Barry
* La diferencia entre la pornografía y el erotismo es la iluminación. – Gloria Leonard
* El sexo a los 90 es como intentar jugar al billar con una cuerda. – Camille Paglia
* La inactividad sexual es peligrosa: produce cuernos. – Woody Allen
* Dios inventó el coito; el hombre inventó el amor. – Hermanos Edmond y Jules de Goncourt
* Quítate la ropa y baja por la calle blandiendo un machete y disparando un Uzi, y los aterrorizados ciudadanos llamaran a la policía para denunciar: “¡Afuera hay un hombre desnudo!”. – Mike Nichols
* Solo hay dos cosas que un hombre y una mujer pueden hacer en un día de lluvia. Y a mi no me gusta ver televisión. – Carol Burnett
* El día en que lea que el sexo es malo para la salud, dejaré de leer. – WC Fields
* Interferir en el sexo entre adultos es una política redentora que lleva al oscurantismo y al poder de las mafias. – José Luis Roberto
* Es curioso que se le denomine sexo oral a la práctica sexual en la que menos se puede hablar. – Woody Allen
* Quizá pienses que te has enamorado cuando la pasión del sexo se apodere de ti. Pero si no amaste a ese hombre antes de ello, no lo amaras después. – Mae West
* Sexo: lo que sucede en diez minutos es algo que excede a todo el vocabulario de Shakespeare. – Robert Louis Stevenson
* Si vas a hacer algo relacionado con el sexo, debería ser cuanto menos genuinamente perverso. – Grant Morrison
* El sexo es lo más divertido que se puede hacer sin reír. – Woody Allen
* Lo que comúnmente llamamos amor es, a saber, el deseo de satisfacer un voraz apetito con una cierta cantidad de blanca y delicada carne humana. – Henry Fielding
* El 50 por ciento de las mujeres de este país no tienen orgasmos. Si esto fuera así entre la población masculina, se declararía una emergencia nacional. – Margo St. James
* Si tienes que escoger entre el dinero y el atractivo sexual, elige el dinero. Según vayas envejeciendo, el dinero se convertirá en tu atractivo sexual. – Katharine Hepburn
* Ser viejo no es un problema ni un estorbo, pues viejos son los caminos y todavía echan polvo. – Anonimo
* Amaos los unos sobre los otros. – Woody Allen
* Según una reciente encuesta, las mujeres afirman sentirse más cómodas desvistiéndose delante de los hombres que de las mujeres. Dicen que ellas se vuelven demasiado críticas, mientras que nosotros los hombres, por supuesto, simplemente nos volvemos agradecidos. – Robert De Niro
* Un intelectual es alguien que ha encontrado algo más interesante que el sexo. – Edgar Wallace
* El sexo es, de todos los intercambios, aquel en el que las personas esperan mas de los demás y son menos honestas ellas mismas. – Jane Austen
* Un hombre que piensa no en una mujer como el complemento del sexo, sino en el sexo como el complemento de una mujer, está maduro para el amor: tanto peor para él. – André Malraux
* Lo trágico es cuando tienes el sexo en la cabeza en vez de ahí abajo donde es su sitio. – D. H. Lawrence
* En la vida hay dos cosas importantes: una es el sexo, y la otra… no tiene importancia. – Woody Allen

Loro

Libros que nos dejaron huellas

Las lecturas que dejan huella

El País Semanal consultó a cien escritores de habla hispana sobre los diez libros que más los han marcado. Cada obra fue valorada en forma de ranking: 10 puntos para la más influyente, 9 para la siguiente, y así sucesivamente hasta llegar a 1 punto. De este ejercicio surgió una lista con los títulos que más votos acumularon:

·         Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra

·         En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust

·         La Odisea, de Homero

·         El proceso, de Franz Kafka

·         La metamorfosis, de Franz Kafka

·         Ana Karenina, de León Tolstói

·         Moby Dick, de Herman Melville

·         Cuentos, de Antón Chéjov

·         Guerra y paz, de León Tolstói

·         Ficciones, de Jorge Luis Borges

·         Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca

·         Los hermanos Karamazov, de Fiódor Dostoievski

·         Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski

Debo confesar que hace ya varios meses que no compro un libro… ni siquiera de cuentos, que es mi género narrativo predilecto. Además, suelo leer exclusivamente a autores que escriben en español. Solo así puedo saborear, con calma, los matices más íntimos del lenguaje. No sé otro idioma… ¡jajaja!

Aun así, he ido anotando en la memoria algunas obras que, por distintas razones, han dejado una huella profunda en mí. Aquí va mi propia lista, algo más modesta y personal:

Libros que me han impresionado

·         El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez

·         Pedro Páramo, de Juan Rulfo

·         Residencia en la Tierra, de Pablo Neruda

·         Libros que me dejaron un dulce sabor de boca

·         El camino, de Miguel Delibes

·         En busca del unicornio, de Juan Eslava Galán

·         Romancero gitano, de Federico García Lorca

Cuentos que me impactaron

·         El Sur, de Jorge Luis Borges (incluido en Artificios, 1944)

·         Deutsches Requiem, de Jorge Luis Borges (en El Aleph, 1949)

·         ¡Diles que no me maten!, de Juan Rulfo (en El llano en llamas, 1953)

Cuentos que me dejaron una grata sensación

·         Chico de Madrid, de Ignacio Aldecoa (en El corazón y otros frutos amargos, 1959)

·         El hechizado, de Francisco Ayala

·         El ahogado más hermoso del mundo, de Gabriel García Márquez (en La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, 1972)

Cuentos de Terror y Macabros: ¡Claro! Edgar Allan Poe 

1. "El corazón delator" – Un narrador intenta convencer al lector de su cordura, mientras describe cómo asesinó a un anciano por su "ojo de buitre". La culpa lo consume de manera escalofriante. 

2. "El gato negro" – Un hombre se ve arrastrado a la violencia por el alcohol, y su mascota se convierte en un símbolo de su propia maldad. 

3. "La caída de la Casa Usher" – Una mansión decadente, una familia maldita y un final aterrador. Una obra maestra del terror gótico. 

4. "Ligeia" – Una historia de amor obsesivo y resurrección, con uno de los finales más inquietantes de Poe. 

5. "El entierro prematuro" – Explora el miedo a ser enterrado vivo, un temor muy real en la época de Poe. 

Cuentos de Misterio y Detectives: 

6. "Los crímenes de la calle Morgue" – Considerado el primer relato detectivesco, con el famoso Auguste Dupin resolviendo un crimen aparentemente imposible. 

7. "La carta robada" – Dupin debe recuperar una carta comprometedora en un juego de ingenio contra un ministro astuto. 

8. "El escarabajo de oro" – Un hombre sigue una serie de pistas crípticas para encontrar un tesoro pirata. 

Cuentos Psicológicos y de Locura: 

9. "El pozo y el péndulo" – Un prisionero de la Inquisición española enfrenta torturas psicológicas y físicas en una celda oscura. 

10. "Berenice" – Una historia perturbadora sobre obsesión y horror físico, con un giro impactante. 

11. "El demonio de la perversidad" – Examina los impulsos autodestructivos del ser humano. 

Relatos Fantásticos y de Ciencia Ficción: 

12. "La máscara de la Muerte Roja" – Un príncipe y sus nobles se encierran en una abadía para escapar de una plaga, pero la Muerte los encuentra. 

13. "El hundimiento de la casa de Usher" – Incluye elementos sobrenaturales y una atmósfera opresiva. 

14. "Manuscrito hallado en una botella" – Un marinero es arrastrado a un viaje sobrenatural hacia lo desconocido. 

Poemas (Bonus): 

"El cuervo" (The Raven) – Su poema más famoso, con su estribillo "Nunca más" (Nevermore), una obra maestra de la literatura gótica. 

"Annabel Lee" – Un poema trágico sobre el amor más allá de la muerte. 

Si quieres empezar con uno, te recomiendo "El corazón delator" (corto e intenso) o "La caída de la Casa Usher" (para una atmósfera gótica increíble). 

¿Y tú? ¿Qué obras literarias te han dejado huella?

Loro

La fruta de Sir Isaac Newton

La manzana de Newton y el nacimiento de la Gravitación Universal

La Teoría de la Gravitación Universal de Sir Isaac Newton (4 de enero de 1643 – 31 de marzo de 1727) fue presentada en el tercer libro de su monumental Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, publicado el 5 de julio de 1687, bajo el título De mundi systemate. Curiosamente, Newton no tenía intención de escribir esta obra fundamental; fue su colega y amigo Edmond Halley quien lo animó a hacerlo, llegando incluso a financiar los gastos de impresión.

La célebre anécdota de la manzana proviene, al parecer, de los últimos años de Newton. El filósofo francés Voltaire, en su Essay on Epic Poetry (1727), escribió: “Sir Isaac Newton, paseando por sus jardines, tuvo la primera idea de su sistema gravitatorio al ver caer una manzana de un árbol”. Más tarde, en sus Lettres philosophiques (1733-34), volvió sobre el asunto: “Estando retirado en 1666 en el campo, cerca de Cambridge, un día que paseaba por el jardín y vio caer unas frutas de un árbol, se abandonó a una profunda meditación sobre el fenómeno de la gravedad…”.

Lo cierto es que Newton pasó largas jornadas reflexionando en el jardín de la casa materna en Woolsthorpe, Lincolnshire, donde se había refugiado debido a una emergencia sanitaria: la Gran Plaga, una epidemia de peste bubónica que azotó Inglaterra entre 1665 y 1666, cobrando la vida de cerca de 100,000 personas, sobre todo en Londres. La Universidad de Cambridge cerró durante meses, y ese retiro forzoso resultó crucial para sus descubrimientos.

Se cree que Newton compartió la historia de la manzana en la década de 1720 con personas cercanas como Catherine Barton, Martin Folkes, John Conduitt y William Stukeley, quienes transmitieron versiones similares del relato. Fue esta pequeña leyenda doméstica la que llegó hasta Voltaire, quien se encargó de universalizarla. Más adelante, Isaac D’Israeli añadió un toque de fantasía, imaginando que la fruta había golpeado la cabeza del genio. Sin embargo, muchos dudan de la veracidad del episodio. Incluso si la caída de la manzana motivó alguna reflexión, lo cierto es que Newton ya se interesaba por la gravedad mucho antes, como lo muestran las notas de su Quaestiones quaedam philosophicae, redactadas durante sus primeros años en Cambridge.

Newton intuyó su famosa ley en 1666, a los 24 años, pero no logró demostrarla formalmente hasta 1685. De hecho, sus primeros cálculos, basados en la ley del inverso del cuadrado, no coincidían, lo que lo llevó a abandonar el problema hasta 1679. El error estaba en un dato incorrecto sobre el radio de la Tierra, lo que alteraba sus resultados.

En enero de 1684, Christopher Wren, Robert Hooke y Edmond Halley debatían sobre el movimiento de los planetas y la posibilidad de que la fuerza que los atraía disminuyera con el cuadrado de la distancia al Sol. Como ninguno logró resolver el enigma, en agosto Halley viajó a Cambridge a consultar a Newton. Le preguntó cuál sería la órbita de un planeta si esa suposición fuese cierta. Newton respondió sin dudar: “Sería una elipse”. Al preguntarle cómo lo sabía, Newton contestó: “Lo he calculado”. Sin embargo, no encontró sus apuntes y prometió enviarlos una vez los rehaciera.

Esa reconstrucción no fue sencilla. Uno de los principales desafíos era demostrar que la atracción gravitatoria entre dos esferas era equivalente a la que existiría si toda su masa estuviera concentrada en sus centros. Newton resolvió ese problema en febrero de 1685, aplicando su teoría al caso de la Luna. Gracias a la medición precisa del radio terrestre realizada por el astrónomo francés Jean Picard, pudo confirmar por fin su hipótesis. Con ayuda del astrónomo real John Flamsteed, comenzó entonces a redactar los Principia.

La obra no solo enuncia la ley de la gravitación universal. Abarca temas de gran complejidad: las leyes del movimiento, las órbitas planetarias, la dinámica de fluidos, el método de fluxiones… Culmina con el célebre Escolio General, en el que Newton admite sus propios límites:

“Hasta aquí hemos explicado los fenómenos de los cielos y del mar mediante la fuerza gravitatoria, pero no hemos asignado aún una causa a esa fuerza. Es seguro que debe proceder de una causa que penetra hasta los cuerpos del Sol y los planetas, sin sufrir disminución de su intensidad, que no actúa según la cantidad de las superficies, sino según la cantidad de materia contenida en ellos, propagándose en todas direcciones, hasta distancias inmensas, y decreciendo siempre según el cuadrado inverso de las distancias... Pero hasta ahora no he sido capaz de descubrir la causa de estas propiedades de la gravedad a partir de los fenómenos; y no finjo hipótesis.”

Años más tarde, el propio Newton, ya anciano, recordaba:

“En ese mismo año [1666], empecé a pensar en cómo calcular la gravedad en relación con la órbita de la Luna. A partir de la tercera ley de Kepler —según la cual los tiempos de los planetas están en proporción sesquiáltera con respecto a sus distancias—, deduje que las fuerzas que los mantenían en órbita debían ser inversamente proporcionales al cuadrado de sus distancias al centro. Comparé entonces la fuerza necesaria para mantener a la Luna en su órbita con la gravedad en la superficie terrestre, y descubrí que coincidían bastante bien. Todo esto lo desarrollé durante los años de la peste, cuando tenía la mente más aguda y dedicada a la invención que nunca antes ni después.”

Es difícil saber si la manzana tuvo realmente un papel en este capítulo de la historia de la ciencia. Lo cierto es que la mitología popular jamás desvinculará a Newton de esa fruta verde. Y quizá así debe ser.

Loro

miércoles, 10 de agosto de 2011

Oda al culo de una arquitecta

     No suelo concordar con el prójimo varón sobre cuál es el mejor culo. Noto un gusto general por el culito escuálido de las modelos flacas. A mí me gustan grandes, hospitalarios, macizos. Me gusta el culo balcón, que sobresale y se autosustenta como un milagro de ingeniería. El culo bien latino, rappero, reggaetón, de doble pompa viva y prodigiosa.
Me salen versos cuando hablo de culos. Quizá porque en los culos hay algo más antiguo y atávico que en las tetas, que en realidad son una intelectualización. Las tetas son renacentistas, pero el culo es primitivo, neanderthaliano. Con su poder de atracción inequívoca, su convergencia invitadora, es un hit prehistórico. Despierta nuestro costado más bestial: el del acoplamiento en cuatro patas. Las tetas son un invento más reciente, son prosaicas. El culo, en cambio, es lírico, musical, cadencioso, indiscernible del meneo de caderas, del ritmo, la batida de la bossa que retrata a la garota que se aleja en Ipanema.
Porque el culo siempre se aleja, siempre se va yendo, invitando a que lo sigan. Se mueve en dirección contraria de las tetas que siempre vienen y por eso suelen ser alarmantes, amenazadoras, casi bélicas (me acuerdo de las tetas de Afrodita, la novia de Mazinger Z, que se disparaban como dos misiles). Las tetas confrontan, el culo huye, es elegía de sí mismo, se va yendo como la vida misma y deja tristes a los hombres pensando qué cosa más linda, más llena de gracia aquella morena que viene y que pasa con dulce balance camino del mar.
Las mujeres argentinas tienen orto, las colombianas jopo, las brasileras bunda, las mexicanas bote, las peruanas tarro, las cubanas nevera o fambeco, las chilenas tienen poto. O mejor dicho, las chilenas no tienen poto, según mis amigos transandinos que se quejan de esa falta y quedan asombrados cuando viajan por Latinoamérica. Yo mismo casi me encadeno a la muralla del Baluarte de San Francisco en el último Hay Festival de Cartagena de Indias para no tener que volver y poder seguir admirando el desfile incesante de cartageneras o barranquilleras cuyos culos altaneros merecían no este breve artículo sino un tratado enciclopédico o un poemario como el Canto General.
De las cosas que hacen las mujeres por su culo, la que más ternura me da es cuando lo acercan a la estufa para calentarlo. No lo pueden evitar. Pasan frente a una chimenea o un radiador y acercan el culo, lo empollan un rato. El culo es la parte más fría de una mujer. Siempre sorprende al tacto esa temperatura, el frescor del cachete en el primer encuentro con la mano.
Durante el abrazo, se puede llegar a los cachetes de dos maneras. Una es desde arriba, si la mujer tiene puesto un pantalón, pero es dificultoso y lo ajustado de la tela impide la maniobra y la palmada vital. La otra forma es desde abajo y eso es lo mejor, cuando se alcanza el culo levantando de a poco el vestido, por los muslos, y de pronto se llega a esas órbitas gemelas, esa abundancia a manos llenas. En ese instante se siente que las manos no fueron hechas para ninguna otra cosa más que palpar esa felicidad, para sentir con todos los músculos del cuerpo la blanda gravitación, el peso exacto de la redondez terrestre.
Se suele pensar que, en el sexo, la posición de perrito somete a la mujer. Pero hay que decir que abordar por detrás a una mujer de ancas poderosas puede ser todo lo contrario: es como acoplarse a una locomotora, como engancharse en la fuerza de la vida, hay que seguirla, no es fácil, uno queda subordinado a su energía, hay que trabajar, darle mucha bomba, carbón para la máquina. Es uno el que queda sometido a su gran expectativa, absorto, subyugado, vaciándose para siempre en la doble esfera viva de esa mantis religiosa.
Una vez vi un hombre de unos 45 años dando vueltas al parque, corriendo tras su personal trainer. Lo curioso es que era una personal trainer, y las calzas azules de esta profesora de gimnasia evidenciaban que tenía un doctorado en glúteos. Como el burro tras la zanahoria, el hombre corría tras ella sin pensar en nada más que ese seguimiento personal. No me sorprendería que a la media hora hubiera un grupo de corredores trotando detrás, en caravana. La música de los culos es la del flautista de Hamelin. Los hombres, con su legión de ratones, van tras ella, hipnotizados.
Las mujeres saben aprovechar sus recursos. Yo trabajé en una empresa en el mismo piso que una arquitecta narigona (esas narigonas sexys) y con un “tremendo fambeco”. Ella sabía que era su mejor ángulo y lo hacía valer, con unos pantalones ajustados que dejaban todo temblando. Era una de esas oficinas cuadradas, llenas de líneas rectas: el almanaque cuadriculado, la tabla rectangular del escritorio, la ventana, los estantes, las carpetas de archivos. Un lugar irrespirable de no ser por el culo de la arquitecta que a veces pasaba camino a tesorería o a la fotocopiadora. Su culo era lo único redondo en todo este edificio de oficinas. Lo único vivo yo creo. Nunca intenté nada (se decía que tenía un novio), pero en una época yo pensaba escribir una novela con los acoplamientos heroicos que imaginé con ella. Una novela que iba a titular, con un guiño a Greenaway, “El culo de una arquitecta”.
No escribí ni dos líneas de esa novela, pero sí algunos poemas que ella nunca leyó. Me acuerdo que la veía antes de verla, la intuía en un ritmo particular que tenía el sonido de sus pasos, un peso, un roce de la cara interna de sus muslos de falsa mulata. Cuando aparecía en el rabillo de mi ojo, ya sabía plenamente que se trataba de ella. Y pasaba y todo se detenía un instante, el memo, el mail, la voz en el teléfono, todo se curvaba de pronto, no había más rectas, todo se ovalaba, se abombaba, y el corazón del oficinista medio quedaba bailando. No exagero.
Además era plena crisis del 2002. Todo se derrumbaba, caían los ministros, los presidentes, caía la economía, la moneda, la bolsa, caía el gran telón pintado del primer mundo, caía la moral, el ingreso per cápita, todo caía, salvo el culo de la arquitecta que parecía subir y subir, cada vez más vivaracho, más mordible, más esférico, más encabritado en su oscilación por los corredores, pasando en un meneo vanidoso que parecía ir diciendo no, mírame pero no, seguime pero no, dedícame poemas pero no. Ojalá ella llegue a leer esto algún día y se entere del bien que me hizo durante esos dos años con solo ser parte de mi día laborable pasando con tanta gracia frente al mono de mi hormona. Y ojalá se entere también que, cuando me echaron, lo único que lamenté fue dejar de verla desfilar por los pasillos respingando el durazno gigante de su culo soñado.
     Pedro Mairal nació en Buenos Aires en 1970. Cursó la carrera de Letras en la Universidad del Salvador, donde fue profesor adjunto de la cátedra de Literatura Inglesa. En 1996 publicó el libro de poesía “Tigre como los pájaros” (Mención Premio Fortabat). En 1998 obtuvo el Premio Clarín de Novela por “Una noche con Sabrina Love”, que fue llevada al cine y traducida a varios idiomas. En el 2001 publicó el libro de cuentos “Hoy temprano” y en el 2003, el libro de poesía “Consumidor final”.
Pedro 

Charlando con Neruda

Nuestro profe de Literatura.
El profe de Literatura que tuve en el colegio nunca daba clase.Mis amigos del cuarto de secundaria de la promo 77  lo saben. Llegaba al aula, se sentaba y decía: “Hacer el resumen del tema tal”. Como él no explicaba la materia del temario yo no me interesaba por sus exámenes. Pero al final del curso tuve que prepararme en uno. Mi intención por tal examen  fue de joda. Me leí a Neruda de arriba abajo. Pero era una pantomima por parte de ambos: él no estaba dispuesto a aprobarme puesto que me había aburrido durante todo el curso, y yo hice mi peor examen de secundaria porque sabia que de cualquier forma me iba a tener que pasar la mano, ya que tenia calificaciones de notable y sobresaliente en todas las demás asignaturas. Al final me aprobó por las presiones del resto de profesores: El caso es que alguna que otra vez hizo algo mas que leer el periódico mientras nosotros redactábamos resúmenes: aconsejar alguna que otra poesías. Yo no solía prestarle atención, pero de alguna manera logró que leyera a Neruda. Y de toda mi lectura estos versos se grabaron en mi distraída mente.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y te veo desde lejos, y tu voz no me toca.
Parece que la lengua se te hubiera quemado
y parece que un bozal te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de manchas
apareces con la escoba, y el bote de lejía.
Marujona sin remedio, te pareces a tu madre,
y te pareces a la palabra parlanchina.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, simbólico refunfuño.
Y te miro desde lejos, y tu voz no me alcanza:
déjame que vea en paz el partido de fútbol.
Déjame que te hable también con mi silencio
alto como una jirafa, simple como un tornillo.
Estás así desde anoche, callada y mosqueada.
Tu silencio es de pega, tan anómalo y ficticio.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una excusa bastan.
Y estoy jodido, jodido porque nunca es cierto.
Esta es una version humoristica del Poema XV del libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924). Hecha con el mas profundo respeto al autor de Barcarola… sus listas de sonido, sus lúgubres barrotes, se levantan a orillas del océano solo.

El poema:

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza :
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Relatos sueltos


I
La noche era espléndida y generosa. Me encontraba ahí, sentado a la mesa, en el exterior, al frente de un parque, y bebía la tercera jarra en compañía de un amigo; era un bar que conocíamos de tiempo. Conversábamos muy amenamente sobre algunas tristezas y anécdotas del pasado, cuando se acercó, arrastrando los pies, un tipo muy desaliñado, con rostro de loco pobre y sin ningún signo de haber conocido el agua y unas tijeras por mucho tiempo. Mi amigo se puso en pie y se fue al baño, ignorándolo. El visitante se quedó parado, tambaleándose, muy apegado a mí y observándome atentamente. Luego, estirando el brazo, me dijo:    
—¿Me daría unas monedas, señor?
—¿Y para qué son, amigo? —le inquirí.
—Bueno, le aseguro que no son para comprar un litro de leche.
—Bien, y dígame ¿qué hace usted de su vida?
—Beber y beber, ¿y usted, señor?
—Yo… escribo, soy poeta…, creo.
—Ah, no está muy seguro; yo estoy seguro de ser un buen borracho.
—De acuerdo, ¿y qué hace un borracho cuando está sobrio para hacer de este mundo perverso y absurdo, un lugar mejor?
—Mire, señor, yo no sé muy bien la diferencia entre estar sobrio o borracho, pero de algo estoy seguro, los sobrios están destruyendo el mundo...
—Tiene razón, amigo, el poeta es usted, tome este billete, pero con una condición: no lo vaya a gastar en leche.
II
Cuando entro al Facebook, siempre pierdo mi tiempo observando, estúpidamente, alguno que otro comentario, los cuales suelen mostrar la psicología patológica de los que la escriben; colocan, de una manera excéntrica, fotos mostrando sus aburridos éxitos; cuentan, además, estupideces, nimiedades, banalidades, vacuidades, aburridas intimidades y peroratas políticas, religiosas y paranormales, bastante vomitivas… Al final, me hacen sentir como un imbécil, porque yo gasto más horas que un idiota buscando siempre cosas interesantes para el blog. La verdad es que en el Facebook solamente encuentro un cardumen de jugadores de todo calibre. Lo han convertido en una fábrica de conceptos de amistad y biografía que son un apestoso fraude. De todo esto se aprovechan los administradores; porque toda tu vida afectiva es convertida en un miserable producto, en un excremento que ellos llaman mercancía. Pero eso se ha acabado; ya no más con el Fraudebook. A partir de ahora me voy a convertir en un verdadero Blogger, limitándome a relatar anécdotas insubstanciales relativas a mi vida personal. Por ejemplo, la que me sucedió ayer mismo:
Son las doce del día.
Me detengo frente a la mesa y echo sobre un plato de loza el contenido de una lata de garbanzos precocidos, que luego llevo al microondas. Lo mío siempre han sido los fréjoles canarios con tocino, pero, con lágrimas en las papilas, mi desatendido paladar me pedía algo nuevo.
Como no sabía el tiempo que necesitaba para calentarse, le di cinco minutos: dos más de lo que suelen necesitar los fréjoles con tocino. Al sonar la campana de aviso, abrí la puerta del microondas y vi que me había excedido con el tiempo, pues aquello parecía una especie de infierno culinario, todo estaba cubierto por una densa capa de vapor. Con curiosidad y mucho cuidado, lo extraigo agitando el pecho y dándole soplidos huracanados. Por fin, al lograr observar el interior del plato, vi con tristeza que el trozo de tocino, que me había tocado en suerte, crepitaba angustiosamente entre las legumbres; como si fuera algo vivo, aparentaba estar retorciéndose de dolor. Por el hambre y el apuro, metí la cuchara para remover un poco el cocido, resoplándolo, con la intención de disipar el exceso de calor. Entonces sonó un “pop” y un garbanzo traicionero saltó desde el caldo describiendo, cual bala de cañón, una trayectoria parabólica en el aire hasta caer finalmente sobre mi antebrazo izquierdo. Me llevé la mano derecha hasta el punto del impacto con un gesto de dolor, pues el ardiente garbanzo me había quemado. Al retirarla, vi que la maldita legumbre asesina había dejado un círculo de piel enrojecida. Sin pensarlo dos veces, lo cubrí con una toalla mojada y salí corriendo hacia el hospital más cercano.
Así, después de haber hecho una cola inmensa para sacar el tique, a los pocos instantes, estaba parado otra vez junto a otros pacientes en la Sala de Urgencias. Allí aguanté el dolor y mi impaciencia, con resignación de preso, durante dos horas. Cuando me tocó el turno, que me indicaron por megafonía, entré apurado a la consulta, donde me atendió un señor vestido de blanco y enmascarado.
—¿Y usted que tiene? —preguntó.
—Un garbanzo asesino se ha abalanzado sobre mí causándome una gravísima quemadura —contesté, indolente, intentando demostrar una cierta actitud estoica ante el terrible ataque sufrido.
Me miró con los ojos muy abiertos, frunciendo el ceño, creo que siguiendo un inefable protocolo. Luego, sin interés, me dijo: 
—Usted debe ir a la consulta número ocho, que está en el primer sótano, al final del pasillo nueve.
—Pero... No diga eso.
El enmascarado, de patillas grisáceas, respondió con una mueca y rio de buena gana.
Como un soldado que recibe una orden, bajé apurado hasta la mencionada consulta y toqué a la puerta. Creo que le di ocho golpes seguidos. Durante un par de minutos esperé una respuesta. Nada. Giré la cabeza para dirigir una rápida mirada hacia el pasillo, pensando que alguien vendría a ayudarme. Pero no llegaba nadie. En los segundos que siguieron, contemplé la posibilidad de que el enmascarado me había engañado. Así que irritado volví a tocar a la puerta. Entonces, sentí que alguien tiraba del picaporte con fuerza, mientras lanzaba frases soeces. De la nada, apareció en el umbral de la puerta una mujer de uniforme verde.
—Pasé y sígame —dijo, casi gritando.
Asentí y la seguí a un lado.
En el estrecho recibidor se encontraban sentados en el suelo tres hombres de apariencia maltrecha. Cuando ingresé, el que bebía del pico de una botella, se quedó señalándome con el dedo. El del medio se puso a reír abriendo la boca y mostrando sus cochinos dientes amarillos. El tercero, a quien una negra cicatriz le atravesaba el rostro, arqueó las cejas y me devolvió la mirada. Sin detenerme, yo seguí caminando junto a la uniformada mujer. Las suelas de mis zapatos chirriaban en las oscuras losas exageradamente lustradas. Cuando llegamos a otra puerta, me guió a través de un pasillo hacía una habitación amplia y muy iluminada; casi en el rincón, había ubicada una mesa de trabajo. Ante la indiferencia de la que estaba sentada, me atreví a saludarla. Ella hizo unos gestos con las manos y llamó a mi acompañante. Cuando la observé mejor, me di cuenta de que era una enfebrecida y agotada doctora.
—Déjenos solos —le dijo.
—Ahí se lo dejo —respondió, dirigiéndole una rápida mirada.
—Buenos días; siéntese —me dijo—. ¿Qué le ha ocurrido?
—No quiero sentarme, solo quiero que me curen... ¡Estoy quemado!
—Hum... Es un nuevo millonario... —dijo, clavando la mirada en mi entrepierna.
Entonces me explicó que para elaborar un diagnóstico adecuado necesitaba hacerme antes un test, el cual me dijo era de Rorschach.
—De acuerdo —dije, siguiéndole la corriente. 
A continuación, me enseñó extraños dibujos de inspiración pornográfica compuestos por manchas, los cuales me pidió que identificara correctamente.
Creo que no fallé ninguno: el mono masturbador, la pareja de lesbianas lamiéndose la vagina, el labriego follándose a una cabra, la novicia usando un rosario como carrete tailandés… Al finalizar la prueba, la doctora extendió por fin un par de recetas y me despidió con una sonrisa burlona. Me dirigí enseguida a la farmacia más próxima. Durante el camino quise saber cuál era la medicación prescrita, pero aquello estaba caligrafiado con una ininteligible letra de médico, no pude entender nada. Una vez en la botica, me di con la sorpresa de que había perdido una de las recetas. No me quedó otra que entregarle la que me quedaba. La farmacéutica que me atendió echó un vistazo rápido a los garabatos del papel y levantando la vista me quedó mirando con una cierta expresión de enfado; como si estuviera siendo objeto de una broma.
—¿Pasa algo? —pregunté, confuso.
—Sí. Aquí no aparece recetado ningún medicamento.
—¿Cómo? ¿Qué ha puesto en el papel, entonces?
—Dice exactamente: “Tenga mucho cuidado con este hombre. Es un majadero con marcados rasgos de psicópata sexual. Vacúnelo con el medicamento que tiene la otra receta y dele unos caramelos para que se vaya a su puta casa”.
Acto seguido, me devolvió con desprecio la receta médica y atendió a otro cliente, ignorándome por completo.
Indignado, regresé a casa. Entré a la cocina y me situé frente al microondas, que aún guardaba en su interior el plato de garbanzos. “Ahora se van a enterar, cabrones. De mí no se ríe nadie. Reventaran todos como sapos inflados por el culo”, les avisé a los putos garbanzos sin que me oyeran. Cerré la puerta del horno, puse el temporizador en 20 minutos y me fui al cuarto de baño a hacer de vientre, deleitándome, sentado en el excusado, con el sonido de la cruel sangría: pop… pop… pop…
Y esto es todo… Bueno, miento. En realidad, aquí no ha acabado la cosa, porque mañana pienso ir a tirar unos cuantos cócteles molotov dentro del hospital, para quemarlo: será mi venganza por el denigrante trato recibido. Pero como esa no será una anécdota insustancial, se tendrán que enterar de los detalles por los periódicos... Hasta mañana. Creo. Ya les contaré más anécdotas...

Yonipacheco