domingo, 25 de septiembre de 2011

Apostando con Jorge Francia

A este compadre recién tuve el gusto de conocerlo cuando llegué al 5º C, allá por el año 1977. Era un negro alto, fornido, muy dicharachero. Uno de los pocos, junto con el “abuelo” Hoyos, que tenía la edad suficiente para disponer de boleta de inscripción militar. Todo un tipazo, siempre sonriente y con algún chiste o cuento nuevo, por lo que congeniamos muy pronto y llegamos a considerarnos buenos amigos.
Acostumbrábamos a arremolinarnos en torno a él para no perdernos ningún detalle de sus relatos. Buena gente, aunque de vez en cuando gozaba gastándonos alguna broma, por lo cual con el “loco” Willy urdimos un plan para que dejara de joder. El “loco”, cuando no, siempre estaba disponible para este tipo de menesteres.
El negro de marras era muy aficionado a las apuestas. Generalmente apostábamos acerca de los resultados del fútbol local. Era buen ganador, pero también sabía perder, así que estábamos prestos a averiguar hasta donde toleraba el ser vencido.
—Holas Francia —nos saludamos como siempre.
—Hola Poncho —respondió, mientras ingresaba al salón.
—¿Alguna apuestita? —le pregunté, levantando la voz, para captar la atención del resto de alumnos.
—Na’ por ahora —contestó.
Inmediatamente que se escuchó la palabra “apuesta”, todos los muchachones comenzaron a congregarse alrededor de nosotros. Ahí estaban mi cumpa Joel, el “zorrito” Adolfo, el “oso” Raúl y el “loco” Willy, entre otros. Era el momento oportuno para lanzar el reto.
—Te propongo una apuesta, Francia.
—Tú dirás.
—Te apuesto a que, sin tocarte, te hago mear.
—Me vas a hacer orinar… ¿a mí?… ¿estás cojudo? … ¡imposible huevón!
—Entonces… ¿te chupas negro? —contesté, mientras escuchaba los comentarios de la “mancha”, que ya comenzaban un murmullo de reprobación.
—¿Estás huevón? … ¡yo nunca arrugo! ¿cuánto quieres perder?
—Cinco solcitos —Todavía recuerdo la cifra, un billetito verde, que a duras penas había logrado reunir en las últimas semanas.
—Ahorita sólo tengo 2 solifacios. Si quieres apostamos y, si pierdo, te pago mañana.
—Ahora quien está cojudo eres tú, zambo. Sabes muy bien que todas nuestras apuestas son con “cazadita”. —Para quienes no están enterados, la “cazada” es una sana costumbre: ambas apuestas son encargadas a un tercero, quien las custodia y se encarga de entregarlas al vencedor.
—Eres pendejo ¿no? Seguro que ya sabías que estoy misio y por eso apuestas, porque sabes que no voy a poder cubrir la apuesta. Hacemos esto: pongo los 2 soles y dejo mi boleta de inscripción militar como garantía de pago… ¿Qué te parece? ¿Está bien? ¿o vas a arrugar?
—Cogí mis 5 solcitos y se los entregué a Joel, quien también recibió los 2 soles y la boleta de Francia. Él entregaría el total de las apuestas al vencedor.
—Todo está listo, Francia ¿En dónde quieres que te haga mear? ¿aquí en el salón? Uhmm, mejor no —propuse—, mejor vamos al baño de varones, para no hacer roche cuando te haga orinar.
—Vamos —aceptó Francia con resolución, totalmente confiado en la integridad de sus esfínteres.
Llegamos al baño acompañados de la “mancha” de siempre, que no querían perder detalle de esta apuesta. Entre ellos iba, como no, el “loco” Willy.
—Por siaca una sola condición, Francia. Debes quedarte inmóvil durante unos 10 segundos, y contar de 1 a 10. Si te mueves pierdes… ¿aceptas?
—No hay problema Poncho… pero me vas a hacer orinar ¿no es cierto? ¿sin tocarme no? ¿orinar pichi no? No vayas a salir con que mear también significa otra cosa, que ya te conozco, pendejo.
—Carajo negro, estamos hablando de que te voy a hacer mear; o sea orinar, con pichi tiene que ser pues, negro cojudo.
—Ta güeno… ¡pero sin tocarme!
Francia se quedó inmóvil durante unos momentos.
Toda la gente estaba pendiente del desenlace de esta apuesta. El “loco”, tal como habíamos convenido previamente, estaba listo para apoyarme.
—Ya Francia. Te voy a hacer mear. ¿Estás listo? … ¡comienza a contar!
—Claro huevón —contestó el zambo, mientras apretaba sus esfínteres y miraba hacia el techo, pensando en sabe Dios qué. Y comenzó a contar: uno,… dos,… tres,…
—Willy —llamé al “loco”—, ¡mea a este pendejo!
El “loco” no se hizo esperar, sacó su pichula, y antes de que el negro llegara a diez, le pegó una meada de padre y señor mío, dejando al pantalón de Francia más mojado que el de Charly luego de una visita al Scarlett.
¿Viste negro? … te hice mear. Perdisteeeeeee —le grité, mientras emprendía veloz huida, en medio de la burla de todos los mirones, que se desternillaban de risa ante lo sucedido.
Cuando Francia se percató de que su pantalón estaba mojado y de cómo lo había hecho orinar, la furia se apoderó de él, pero ya era demasiado tarde, pues habíamos echado a correr como alma que lleva el diablo. De todas maneras, nos persiguió por todo el patio. Felizmente (para nosotros) no logró alcanzarnos.
Nos refugiamos en el salón de clases, en donde sabíamos que Francia no se atrevería a buscarnos, para evitar el roche ante las compañeras del salón, que se habrían “ganado” con su pantalón totalmente mojado. Joel, entre risas, me declaró ganador y procedió a entregarme lo apostado.
Francia no apareció por el salón el resto del día. Supimos que luego de un rato le pasó la cólera y, entre carcajadas, aceptó su derrota. Total… lo hice mear, tal y como habíamos apostado. Así que pidió a alguien que recoja sus cuadernos y se retiró a su casa, sumamente meado y vencido.
Al día siguiente el negro sólo me dijo:
—Hola Poncho… me cagaste. Aquí están los 3 soles que faltaban para cubrir la apuesta.
—Gracias compa. Sin rencores ¿no?
—No hay problema Poncho. Ayer mismo le hice la misma apuesta a otro huevón y le gané 20 manguitos —me contestó, mientras me sonreía y me guiñaba un ojo.
Como les dije, Jorge Francia era todo un tipazo…
Anonimus

2 comentarios:

  1. Juan Carlos, qué es del negro Francia. Sigue vivo jajajaj. Y qué es del loco Willy. Siempre fue una m. Saludos desde Italia

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  2. Holas José Antonio
    Hasta donde estoy enterado, Jorge Francia radica en gringolandia. No tengo mayores noticias de él.
    En cuanto a Willy, desde hace muchos años está metido de lleno en la religión. Bien por él.
    Un abrazo.
    J.C.

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