A este compadre recién tuve el
gusto de conocerlo cuando llegué al 5º C, allá por el año 1977. Era un negro
alto, fornido, muy dicharachero. Uno de los pocos, junto con el “abuelo” Hoyos,
que tenía la edad suficiente para disponer de boleta de inscripción militar.
Todo un tipazo, siempre sonriente y con algún chiste o cuento nuevo, por lo que
congeniamos muy pronto y llegamos a considerarnos buenos amigos.
Acostumbrábamos a arremolinarnos
en torno a él para no perdernos ningún detalle de sus relatos. Buena gente,
aunque de vez en cuando gozaba gastándonos alguna broma, por lo cual con el
“loco” Willy urdimos un plan para que dejara de joder. El “loco”, cuando no,
siempre estaba disponible para este tipo de menesteres.
El negro de marras era muy
aficionado a las apuestas. Generalmente apostábamos acerca de los resultados
del fútbol local. Era buen ganador, pero también sabía perder, así que
estábamos prestos a averiguar hasta donde toleraba el ser vencido.
—Holas Francia —nos saludamos como
siempre.
—Hola Poncho —respondió, mientras
ingresaba al salón.
—¿Alguna apuestita? —le pregunté,
levantando la voz, para captar la atención del resto de alumnos.
—Na’ por ahora —contestó.
Inmediatamente que se escuchó la
palabra “apuesta”, todos los muchachones comenzaron a congregarse alrededor de
nosotros. Ahí estaban mi cumpa Joel, el “zorrito” Adolfo, el “oso” Raúl y el
“loco” Willy, entre otros. Era el momento oportuno para lanzar el reto.
—Te propongo una apuesta, Francia.
—Tú dirás.
—Te apuesto a que, sin tocarte, te
hago mear.
—Me vas a hacer orinar… ¿a mí?…
¿estás cojudo? … ¡imposible huevón!
—Entonces… ¿te chupas negro? —contesté,
mientras escuchaba los comentarios de la “mancha”, que ya comenzaban un
murmullo de reprobación.
—¿Estás huevón? … ¡yo nunca
arrugo! ¿cuánto quieres perder?
—Cinco solcitos —Todavía recuerdo
la cifra, un billetito verde, que a duras penas había logrado reunir en las
últimas semanas.
—Ahorita sólo tengo 2 solifacios.
Si quieres apostamos y, si pierdo, te pago mañana.
—Ahora quien está cojudo eres tú, zambo.
Sabes muy bien que todas nuestras apuestas son con “cazadita”. —Para quienes no
están enterados, la “cazada” es una sana costumbre: ambas apuestas son
encargadas a un tercero, quien las custodia y se encarga de entregarlas al
vencedor.
—Eres pendejo ¿no? Seguro que ya
sabías que estoy misio y por eso
apuestas, porque sabes que no voy a poder cubrir la apuesta. Hacemos esto:
pongo los 2 soles y dejo mi boleta de inscripción militar como garantía de
pago… ¿Qué te parece? ¿Está bien? ¿o vas a arrugar?
—Cogí mis 5 solcitos y se los
entregué a Joel, quien también recibió los 2 soles y la boleta de Francia. Él
entregaría el total de las apuestas al vencedor.
—Todo está listo, Francia ¿En
dónde quieres que te haga mear? ¿aquí en el salón? Uhmm, mejor no —propuse—, mejor
vamos al baño de varones, para no hacer roche cuando te haga orinar.
—Vamos —aceptó Francia con
resolución, totalmente confiado en la integridad de sus esfínteres.
Llegamos al baño acompañados de la
“mancha” de siempre, que no querían perder detalle de esta apuesta. Entre ellos
iba, como no, el “loco” Willy.
—Por siaca una sola condición, Francia. Debes quedarte inmóvil durante unos
10 segundos, y contar de 1 a 10. Si te mueves pierdes… ¿aceptas?
—No hay problema Poncho… pero me
vas a hacer orinar ¿no es cierto? ¿sin tocarme no? ¿orinar pichi no? No vayas a
salir con que mear también significa otra cosa, que ya te conozco, pendejo.
—Carajo negro, estamos hablando de
que te voy a hacer mear; o sea orinar, con pichi tiene que ser pues, negro
cojudo.
—Ta güeno… ¡pero sin tocarme!
Francia se quedó inmóvil durante unos
momentos.
Toda la gente estaba pendiente del
desenlace de esta apuesta. El “loco”, tal como habíamos convenido previamente,
estaba listo para apoyarme.
—Ya Francia. Te voy a hacer mear.
¿Estás listo? … ¡comienza a contar!
—Claro huevón —contestó el zambo,
mientras apretaba sus esfínteres y miraba hacia el techo, pensando en sabe Dios
qué. Y comenzó a contar: uno,… dos,… tres,…
—Willy —llamé al “loco”—, ¡mea a
este pendejo!
El “loco” no se hizo esperar, sacó
su pichula, y antes de que el negro llegara a diez, le pegó una meada de padre
y señor mío, dejando al pantalón de Francia más mojado que el de Charly luego
de una visita al Scarlett.
¿Viste negro? … te hice mear.
Perdisteeeeeee —le grité, mientras emprendía veloz huida, en medio de la burla
de todos los mirones, que se desternillaban de risa ante lo sucedido.
Cuando Francia se percató de que
su pantalón estaba mojado y de cómo lo había hecho orinar, la furia se apoderó
de él, pero ya era demasiado tarde, pues habíamos echado a correr como alma que
lleva el diablo. De todas maneras, nos persiguió por todo el patio. Felizmente
(para nosotros) no logró alcanzarnos.
Nos refugiamos en el salón de
clases, en donde sabíamos que Francia no se atrevería a buscarnos, para evitar
el roche ante las compañeras del
salón, que se habrían “ganado” con su pantalón totalmente mojado. Joel, entre
risas, me declaró ganador y procedió a entregarme lo apostado.
Francia no apareció por el salón
el resto del día. Supimos que luego de un rato le pasó la cólera y, entre carcajadas,
aceptó su derrota. Total… lo hice mear, tal y como habíamos apostado. Así que
pidió a alguien que recoja sus cuadernos y se retiró a su casa, sumamente meado
y vencido.
Al día siguiente el negro sólo me
dijo:
—Hola Poncho… me cagaste. Aquí
están los 3 soles que faltaban para cubrir la apuesta.
—Gracias compa. Sin rencores ¿no?
—No hay problema Poncho. Ayer
mismo le hice la misma apuesta a otro huevón
y le gané 20 manguitos —me contestó, mientras me sonreía y me guiñaba un ojo.
Como les dije, Jorge Francia era
todo un tipazo…
Anonimus
Juan Carlos, qué es del negro Francia. Sigue vivo jajajaj. Y qué es del loco Willy. Siempre fue una m. Saludos desde Italia
ResponderEliminarHolas José Antonio
ResponderEliminarHasta donde estoy enterado, Jorge Francia radica en gringolandia. No tengo mayores noticias de él.
En cuanto a Willy, desde hace muchos años está metido de lleno en la religión. Bien por él.
Un abrazo.
J.C.