—Voy
a decir cosas y probar que no miento. Voy a decir cosas que nadie puede saber
más que ustedes y yo. ¡Pero de acá no sale...!
—Dilas,
sólo dilas. ¡Queremos escucharlas…!
Vio,
a lo lejos, que alguien se acercaba como una sombra. Hizo como si no la hubiese
visto. Debía continuar, pero se quedó callado, aturdido. Sin darse cuenta se
puso a balbucear cosas sin sentido.
—¿Nos
decías?... ¡Eres un fanfarrón!
Comprendió
en ese pequeño instante, que la vida está llena de instintos y casualidades.
—Esperen
un minuto, voy a buscar un lugar para mear… Espérenme.
Se
encaminó muy deprisa y le dio alcance a la sombra. Fue rápidamente. La sombra
le dijo:
—¡Katia
ha fallecido…!
No
supo qué hacer, solamente trató de ignorar el dolor y meter en un hoyo sus
sentimientos. Había salido a comprar pan y tenía la bolsa de tela en las manos.
A lo lejos, sus amigos lo contemplaban haciéndole burlas y coreando el apodo de
Katia.
—¡La
gata… miauuu…! ¿Dónde está la gata?
—¡La
gata está que se mea de miedo!
—¡Así
que un pacto y un secreto…! ¡Pepe dice que es el novio de la gata…!
Jajaja
No
cesaban de burlarse. Todos los adjetivos surgían con espontaneidad que un chico
extraño al barrio no hubiera podido entenderlas. Pepe miraba hacia el suelo y
se cogía la cabeza con las dos manos. Sus oídos estaban sordos a cualquier
burla. Se sentó en la hierba, su espíritu empezó a buscar instintivamente a
Katia por los escondrijos de los maizales y sus recuerdos. Recordaba sus ojos
zarcos cruzándose por azar con los suyos, en aquellos encuentros luego de salir
cada quien de su colegio o escondiéndose de ella tras el jardín, observándola
en sus juegos. Experimentaba ciertos sentimientos solitarios recordando la luna
llena y los dedos con gotitas de sangre por la pinchada que Katia le hizo a su
dedo y al de ella. Su corazón se estremeció agitando su sangre y haciéndole un
nudo en la garganta cuando vio, al levantar la cabeza, a la tía de Katia.
Deseaba escapar. Pero se abalanzó a los brazos de ella gimiendo con mucho
ruido. En pocas palabras, se dio cuenta de lo injusto y severa que era la vida.
***
Nuevamente
íbamos todos los calatos a conseguir “pita de nylon” para nuestras cometas.
Mientras caminábamos por la orilla del rio, vimos que una enorme rata salía de
su escondrijo, del basural que cubría las rocas llena de moscas. Todos al mismo
tiempo nos quedamos mudos, pero agazapándonos y buscando la mejor piedra.
Desgraciadamente la lluvia de piedras no dio en el blanco. La muy bandida
desapareció como por arte de magia.
Ya
era las seis de la mañana y teníamos hambre. Nadie había desayunado en su casa.
Yo tenía en los bolsillos dos panes duros y dos caramelos.
—Miren
huevones, el lechero está dejando las botellas en la puerta de las casas —dijo
emocionado zancudo.
Cuando
me di cuenta, ya el cabezón y zancudo traían siete botellas de leche
completamente llenas. Olvidé mi miseria y cogí una de las botellas y me la
llevé a la boca en el instante. Saqué el pan del bolsillo, lo partí en varios
pedazos y lo repartí.
Poco
después llega el lechero, haciendo sonar sus zapatos y a la carrera para
agarrar al que podía. Es ligero, muy ligero, pero nosotros somos aún más. Como
la rata, desaparecimos soltando las botellas y separándonos en el instante.
Mientras corro, tengo los ojos bien abiertos y la boca tomando bocanadas de
aire sin parar. Me detengo y me pongo a hablar con Moisés en voz alta, ya muy
lejos del alcance del lechero. Nos sentamos en medio del camino. Los otros
muchachos vienen a nuestro encuentro, riéndose y carcajeándose. Haciendo burlas
del lechero. Estiro mis piernas frotándome las pantorrillas. No había ninguna
nube de culpa en mi alma, ninguna sensación de malestar o ruido que se
pareciera al arrepentimiento en mi cabeza. Nada. Todos yacían respirando
toscamente y sentados en el suelo.
—¡Vamos!
—dijo, cachaquito —, ¡nos gana la hora!
Nos
levantamos en seguida.
—¡Espera
un poco, imbécil! —gritó el cabezón— deja que tome un poco de aire.
Cachaquito
balbuceó distraídamente. No quiso responderle al cabezón.
Continuará
Loro
Así es el amor de fantasía... Eso eres tú, por eso me sacas de mis casillas... ¿quién te comprende?... ¡Hermoso!, me hubiera gustado ser Katia... Con sus ojos zarcos y bella... Un pacto en la que tú te habrás orinado... Es sin sorna, con mucho cariño.
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