Al otro lado de la calle, en
un parque con frondosos árboles y luz tenue, se desarrolla lo que parece ser
una escena de declaración de amor.
—Ya pues...
—¿Qué?
—Te invito a cenar...
—No.
—Pero ¿por qué?
—Eres terco. Ya te dije que
no.
—Ya, pues, Estrellita, dime
que sí.
—Eres muy fastidioso... No es
no.
—¿Qué te cuesta salir un
ratito conmigo? Ven...
—No me toques, por favor...
—Pero no me pegues... Tus
manos duelen.
—¿Mis manos duelen? Te van a
doler más cuando te meta una cachetada.
—¡Te atreverías!
—Si sigues molestando,
claro...
—¡Ya!... Vamos al cine. Te
encanta el cine, ¿no?
—Sí.
—¿Entonces?
—No quiero ir contigo...
—¡Vamos, pues! Como si no te
conociera...
—¡Eso es lo de menos!
—¡Vaya, qué tontería dices!
Ven, vamos...
—¡No me toques!...
—Tengo ganas de tocarte...
—¿Qué?
—Tengo ganas de tocarte...
—¡Qué cosas dices!... Está muy
oscuro este lugar...
—Entonces, vamos a cenar...
¿Quiero decirte algo muy importante?
—No... Tus peroratas me
aburren...
—¿Qué?
—Me estás tocando y tus manos
están muy frías...
—¿Mis manos? No, tus nalgas
están calientes. Mejor quítate la falda.
—No. ¡Tú estás loco!...
—Tú me tienes así... ¡Por
favor, no me arañes!...
—¿Tú, loco por mí?... No tengo
las uñas largas...
—Me estás arañando la espalda.
No te muevas mucho. ¡No me jales los pelos!...
—¡Cállate!... Te voy a meter
una cachetada si sigues hablando.
—¿Te lo beso?
—No.
—¿Lo introduzco?
—¿Qué? ¡No!
—Ya, pues, solo en la
puertita...
—No... ¡Pero si me estás
tocando!... Tienes las uñas largas... ¡Me estás arañando!...
—Es la hebilla de mi pantalón.
—¡Qué dices!... Pero si estás
con el pantalón en el suelo.
—¿Lo introduzco?
—Te he dicho que no... Eres
terco.
—Ya pues... Solo la puntita.
—No es no... ¿Dónde está mi
falda? ¿Dónde la has puesto?
—Está colgada en una rama del
árbol.
—¿Qué quieres?
—Solo que me quieras...
—¡Déjame en paz!
—¡Eso nunca!... No habría otro
que me reemplace...
—Siempre habrá otro mejor que
tú...
—¡Pero, oye!... Te confundes
conmigo...
—No... ¿Por qué te sientas?
Párate y desabróchate la camisa...
—¿Qué?... Bueno...
—Ven... Ya no te escaparás...
—¿Qué? No te agaches, por
favor...
—Pero si no tienes pelo en el
pecho...
—¿Qué?
—¿Sientes mi mano en tu
espalda?...
—¡Sí!
—¿Sientes mi mano en tu
pecho?...
—¡Sí!
—¿Sientes mis manos en tu
ingle?...
—¡Sí!
—Cúbreme la cabeza con mi
falda.
—¿Tienes frío?
—No. No quiero verte... Me
puedo enamorar...
—No te entiendo... ¿Son mis
ojos? ¿Mis sentimientos? ¿Te harán llorar?...
—No. Es tu imagen la que no
puedo soportar...
—Desnudas mi mejor tesoro y no
quieres ver mi imagen...
—Es que tu tesoro actúa sin tu
consentimiento... Y hasta llora cuando le doy cariño.
—¿Por eso lo aprietas con
tanta fuerza?... Me haces daño...
—¿Qué?
—Tus dientes también me hacen
daño...
—¿Qué?
—Pero no te detengas... Logras
que te ame más...
—¡Zoquete, cabeza tonta!...
—¿Qué?
—No me hagas hablar...
—¡Sigue!...
—¡Carajo! Me has ensuciado la
cara...
—¿Qué?
—No te hagas el estúpido...
—¿Por qué?
—¡Diablos!... Porque estoy con
Pipino el Breve. Mejor vamos a cenar.
—Pero si estamos bien en este
lugar.
—¿Quieres que te dé una
cachetada?
—Ya no quiero ir.
—No te hagas el resentido que
no va con tu cara...
—¡Ay, Dios mío!... ¡Te amo!
—¿Qué?
—No tengo sílabas para
expresarlo...
—Qué quieres que te diga si
solo fue un beso que me mantuvo callada.
—¿Qué?
—Fue mi primer beso,
desinteresado, incapaz de algún soborno...
—¿Qué?
—No olvides que el primer beso
no se da con la boca sino con la mirada...
—¿Cómo? ¿Fue con tu mirada?
—Tú nunca lo comprenderías.
Tienes la cabeza hueca...
—¿Qué?
—Ama hasta que te duela. Si te
dolió, es buena señal...
—¿Qué?
—Tienes razón, mejor vamos a
cenar...
—Pero tú pagas.
—¿Cómo?
—Lo malo de los besos es que
crean adicción...
—¿Qué?
—Lo que hoy sintieron tus
labios, mañana lo entenderá tu cabeza...
—¿Qué?
—¿Me amas?
—¿Qué?
—Me robaste un beso...
—Tú y tu manía de manipular
las palabras.
—Me dijiste que fue tu primera
vez.
—Cuando uno ama, siente el
deseo inevitable de ayudar al otro.
—Entonces... ¿Me amas?
—Hasta el matrimonio...
—¡Ah!... El matrimonio no
tiene nada en común con el amor.
—Tú debes saberlo mejor que
yo...
—Solo sé que la inteligencia o
la razón determinan lo que es posible...
—Pero el sentimiento va más
allá de lo posible...
—Tú crees que la vida está
libre de espinas. El amor muchas veces da coraje...
—Un anciano enamorado es como
una flor en el desierto.
—¿Qué?
—Paremos todo esto... Mejor
vamos a cenar.
—No.
—Ya pues...
—Te he dicho que no. Y no es
no...
—¿Tiene que ser así?
—Así es el amor... Fácil de empezar,
pero difícil de terminar...
Loro
No hay comentarios:
Publicar un comentario