sábado, 13 de abril de 2013

Locuras del amor

Al otro lado de la calle, en un parque con frondosos árboles y luz tenue, se desarrolla lo que parece ser una escena de declaración de amor.

—Ya pues...

—¿Qué?

—Te invito a cenar...

—No.

—Pero ¿por qué?

—Eres terco. Ya te dije que no.

—Ya, pues, Estrellita, dime que sí.

—Eres muy fastidioso... No es no.

—¿Qué te cuesta salir un ratito conmigo? Ven...

—No me toques, por favor...

—Pero no me pegues... Tus manos duelen.

—¿Mis manos duelen? Te van a doler más cuando te meta una cachetada.

—¡Te atreverías!

—Si sigues molestando, claro...

—¡Ya!... Vamos al cine. Te encanta el cine, ¿no?

—Sí.

—¿Entonces?

—No quiero ir contigo...

—¡Vamos, pues! Como si no te conociera...

—¡Eso es lo de menos!

—¡Vaya, qué tontería dices! Ven, vamos...

—¡No me toques!...

—Tengo ganas de tocarte...

—¿Qué?

—Tengo ganas de tocarte...

—¡Qué cosas dices!... Está muy oscuro este lugar...

—Entonces, vamos a cenar... ¿Quiero decirte algo muy importante?

—No... Tus peroratas me aburren...

—¿Qué?

—Me estás tocando y tus manos están muy frías...

—¿Mis manos? No, tus nalgas están calientes. Mejor quítate la falda.

—No. ¡Tú estás loco!...

—Tú me tienes así... ¡Por favor, no me arañes!...

—¿Tú, loco por mí?... No tengo las uñas largas...

—Me estás arañando la espalda. No te muevas mucho. ¡No me jales los pelos!...

—¡Cállate!... Te voy a meter una cachetada si sigues hablando.

—¿Te lo beso?

—No.

—¿Lo introduzco?

—¿Qué? ¡No!

—Ya, pues, solo en la puertita...

—No... ¡Pero si me estás tocando!... Tienes las uñas largas... ¡Me estás arañando!...

—Es la hebilla de mi pantalón.

—¡Qué dices!... Pero si estás con el pantalón en el suelo.

—¿Lo introduzco?

—Te he dicho que no... Eres terco.

—Ya pues... Solo la puntita.

—No es no... ¿Dónde está mi falda? ¿Dónde la has puesto?

—Está colgada en una rama del árbol.

—¿Qué quieres?

—Solo que me quieras...

—¡Déjame en paz!

—¡Eso nunca!... No habría otro que me reemplace...

—Siempre habrá otro mejor que tú...

—¡Pero, oye!... Te confundes conmigo...

—No... ¿Por qué te sientas? Párate y desabróchate la camisa...

—¿Qué?... Bueno...

—Ven... Ya no te escaparás...

—¿Qué? No te agaches, por favor...

—Pero si no tienes pelo en el pecho...

—¿Qué?

—¿Sientes mi mano en tu espalda?...

—¡Sí!

—¿Sientes mi mano en tu pecho?...

—¡Sí!

—¿Sientes mis manos en tu ingle?...

—¡Sí!

—Cúbreme la cabeza con mi falda.

—¿Tienes frío?

—No. No quiero verte... Me puedo enamorar...

—No te entiendo... ¿Son mis ojos? ¿Mis sentimientos? ¿Te harán llorar?...

—No. Es tu imagen la que no puedo soportar...

—Desnudas mi mejor tesoro y no quieres ver mi imagen...

—Es que tu tesoro actúa sin tu consentimiento... Y hasta llora cuando le doy cariño.

—¿Por eso lo aprietas con tanta fuerza?... Me haces daño...

—¿Qué?

—Tus dientes también me hacen daño...

—¿Qué?

—Pero no te detengas... Logras que te ame más...

—¡Zoquete, cabeza tonta!...

—¿Qué?

—No me hagas hablar...

—¡Sigue!...

—¡Carajo! Me has ensuciado la cara...

—¿Qué?

—No te hagas el estúpido...

—¿Por qué?

—¡Diablos!... Porque estoy con Pipino el Breve. Mejor vamos a cenar.

—Pero si estamos bien en este lugar.

—¿Quieres que te dé una cachetada?

—Ya no quiero ir.

—No te hagas el resentido que no va con tu cara...

—¡Ay, Dios mío!... ¡Te amo!

—¿Qué?

—No tengo sílabas para expresarlo...

—Qué quieres que te diga si solo fue un beso que me mantuvo callada.

—¿Qué?

—Fue mi primer beso, desinteresado, incapaz de algún soborno...

—¿Qué?

—No olvides que el primer beso no se da con la boca sino con la mirada...

—¿Cómo? ¿Fue con tu mirada?

—Tú nunca lo comprenderías. Tienes la cabeza hueca...

—¿Qué?

—Ama hasta que te duela. Si te dolió, es buena señal...

—¿Qué?

—Tienes razón, mejor vamos a cenar...

—Pero tú pagas.

—¿Cómo?

—Lo malo de los besos es que crean adicción...

—¿Qué?

—Lo que hoy sintieron tus labios, mañana lo entenderá tu cabeza...

—¿Qué?

—¿Me amas?

—¿Qué?

—Me robaste un beso...

—Tú y tu manía de manipular las palabras.

—Me dijiste que fue tu primera vez.

—Cuando uno ama, siente el deseo inevitable de ayudar al otro.

—Entonces... ¿Me amas?

—Hasta el matrimonio...

—¡Ah!... El matrimonio no tiene nada en común con el amor.

—Tú debes saberlo mejor que yo...

—Solo sé que la inteligencia o la razón determinan lo que es posible...

—Pero el sentimiento va más allá de lo posible...

—Tú crees que la vida está libre de espinas. El amor muchas veces da coraje...

—Un anciano enamorado es como una flor en el desierto.

—¿Qué?

—Paremos todo esto... Mejor vamos a cenar.

—No.

—Ya pues...

—Te he dicho que no. Y no es no...

—¿Tiene que ser así?

—Así es el amor... Fácil de empezar, pero difícil de terminar...

Loro

No hay comentarios:

Publicar un comentario