Se dice que si
se puede identificar el problema, ya se tiene un noventa por ciento de la
solución.
La vieja vendedora
de golosinas había dado con el diagnostico exacto, todo indicaba que el fiel
camarada Loriborio había sido envenenado con sopa de calzón; ahora no les
quedaba otra que buscar la manera de revertir esta penosa situación, antes de
que su compañero de mil batallas estuviera totalmente perdido; quedaba absolutamente
claro que el pasar horas de horas jugando un juego de solteronas aburridas y
maricos empedernidos, no encajaba para nada, con la conducta habitual de su
compinche, y que el problema había pasado a mayores.
Todos sabían
que nadie cambia de la noche a la mañana, así que debieron advertir que algo no
estaba funcionando bien cuando Loriborio mencionó por primera vez el bendito
juego; la manera como se expresaba del farmville no era propia de él, se notaba
a las claras que era muy nuevo en el tema, pero que aparentemente le
apasionaba, Joel internamente pensó que su pata Loriborio había decidido a la
vejez salir del closet, no entendía bien la situación porque creía que lo
conocía bien, pero los hechos así planteados demostraban claramente que no era
así.
La situación
se complicó aún más, cuando les mostró su más reciente adquisición, un flamante
y reluciente Ipod 5, un fresco aparatejo recién lanzado a la venta en USA; y
Loriborio era ya uno de los pocos afortunados en, toda la extensión de la
tercera roca, que poseía uno de estos ultra-modernos gadget.
Una leve
envidia se apodero de Juan y Joel en ese momento.
—A este
Loriborio sí que le va muy bien —. Pensó cada uno de ellos para sí mismo.
—¡A la mela,
juguetito nuevo!... ¡y vaya que juguetito! —exclamó Juan.
—Al menos uno
de nosotros ha ingresado por la puerta grande al siglo XXI —replicó Joel.
—Es lo mínimo
que uno se merece —dijeron al unísono.
Sí, era el
juguetito que Loriborio se merecía, trabajaba muy duro, sin exagerar era una de
las pocas personas que estaba contribuyendo tesoneramente a que este Perú,
por tanto tiempo postergado, continuara creciendo; su empeño en el trabajo era
tal que se diría que Loriborio no trabajaba para vivir sino que vivía para
trabajar.
El bicho que
tenia era todo un prodigio, Loriborio no había escatimado en gastos con su
nueva adquisición, había contratado el plan Internet Satelital con cobertura
ilimitada, de tal manera que siempre podía estar enganchado a la nube,
estuviera donde estuviera, y esa era la característica que más estimaba, ya que
le permitía monitorear el juego de marras en todo momento; en varias ocasiones
se le veía absorto, concentrado en la pantalla, sus compinches pensaban que
seguro debería estar contestando algún correo importante, o tal vez, revisando
un documento crítico para el negocio, pero que podría ser tan importante que no
podía esperar y requería su atención inmediata.
Es así que un
día Joel, le dijo seriamente:
—Cumpa deja ya
el trabajo, tienes que aprender a delegar responsabilidades, tu solo no puedes echarte
a la espalda todo el fardo.
Casi sin salir
de su abstracción, Loriborio le respondió:
—Es que si no
alimento a mis vaquitas me voy a ver en serios problemas.
El incidente
anterior también paso desapercibido, hasta que pocos días después, temprano por
la mañana Loriborio llamó por teléfono a Joel; en su voz se podía percibir
preocupación e impotencia, en muy contadas ocasiones Loriborio había recurrido
a Joel por ayuda (excepto claro por billete), y por lo que Joel sabía nunca se
levantaba tan temprano, las 8 de la madrugada eran para Loriborio una hora
inapropiada para estar despierto, ya que a esa hora casi siempre se encontraba
en brazos de Morfeo.
—Cumpa tú que
sabes de computación y tienes harta experiencia… —dijo Loriborio.
Tras un breve
silencio, Loriborio continúo:
—Sabes, tengo
un gran problema, si podemos resolverlo podremos ganar una fortuna, por favor,
podrías venir a mi casa para discutir los detalles.
Así que
raudamente Joel partió hacia lo que él creía seria su gran encuentro con la
diosa fortuna.
Al llegar a la
casa, Joel notó que Loriborio era presa de una especie de ataque de ansiedad. Pasaron
a su oficina y le mostró su computadora, lo único que pudo ver fue una
interface de juego que no le atrajo mucho la atención, brevemente pero con un
febril entusiasmo Loriborio le explicó las reglas del bendito juego a su amigo.
Al finalizar
la singular explicación Joel le pregunto:
—… y que
chucha quieres hacer con esta huevada.
Loriborio
ligeramente contrariado, le confesó que el farmville le estaba quitando mucho
de su tiempo y que necesitaba crear una especie de avatar que le permitiera
seguir jugando sin estar él realmente presente.
A lo que Joel,
tratando de hacerle entrar en razón, le dijo:
—Cumpa tu sí
que estas tocado, en primer lugar, por lo que veo, este no es un juego de
hombres, en segundo lugar estos juegos tienen algoritmos que le permiten
detectar cuando el jugador es real y cuando un programa especial llamado bot ha
sido puesto en marcha, y en tercer lugar, el más importante, me expondría a que
en el intento de entender cómo funciona este juego, termine convertido en un
completo marica, y eso como se dice no es un riesgo que esté dispuesto a
correr, por mucho dinero que haya de por medio.
La reacción de
Loriborio no se hizo esperar, se le notaba muy molesto y refunfuñaba para sí
cosas ininteligibles. Por su lenguaje corporal se podría deducir que de seguro
pensaba:
—Este tarugo
no da la talla para programar algo tan sencillo, lo he llamado por gusto.
Nadie sabrá
jamás que otros pensamientos cruzarían en ese momento por la mente febril de
Loriborio, cautamente Joel decidió no entrar en confrontación. Se dijo para sus
adentros:
—Esperaré a
que a este aspirante a marico se le pase y después le conversare con calma, en
este momento este chivo no entiende de razones.
Es así que
Juan y Joel entendieron que el problema era muy grave y era necesario tomar al
toro por las astas, debían encontrar una solución al problema, nadie les
aseguraba que el mal no fuera contagioso y que al final todos los galifardos
terminarían sus días alimentando vaquitas, regalando plantas exóticas y quien
sabe que otras cojudeces más.
La
supervivencia del grupo estaba en juego, debían declarar la emergencia cuanto
antes. Conocían a Loriborio de casi toda la vida, nunca había sido un lanza
como Percy, ni tampoco un don Juan como el zorrito, pero había tenido en su
larga trayectoria varias intervenciones memorables y nunca lo hubieran
catalogado como un marico o saco largo, pero quien sabe.
Hariwaki
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