Por
la tarde, se echó a sufrir desconsolado, náufrago, a solas, inmerso en sus
pensamientos. Al acostarse, abrazó su almohada con mucho afecto, se tiró de
espaldas y contempló con cierta curiosidad lo que le era conocido: el techo.
Desde esa correcta y descansada posición, de forma canina, imaginó a su vecina
y a su amor de estudiante, no correspondido, en las posiciones más eróticas.
Por eso, respiraba por la boca inmensamente abierta y dispuesta a relamer sus
pensamientos hasta su culminación. Por eso mismo, le parecía que aquí y allá el
conjunto de posiciones funcionaba como un hecho determinado por él. Aquí, sobre
la cama; allá, en el hotel que él imaginaba. Naturalmente, ellas estaban
sumisas y desnudas.
Pero
él sabía que regresaba del mundo real, flagelado por la intemperie y la
rutinaria soledad sexual. Pensaba que a su vecina o a la chiquilla de enfrente
o a la de al lado le fascinaba su matraca; incluso se atrevía a conjeturar que
a la vieja amiga le hacía falta un poco de calor. Se creía el dueño del mundo,
un tirano del sexo. "Son débiles para descorchar una botella de vino
tinto, cambiar una llanta, usar el desarmador y el alicate. Chillan si se les
rompe una uña y sufren si a su amiga le queda bien el vestido nuevo y a ella
no. Sólo tienen fuerza moral", pensaba, soltando una sonrisita hipócrita y
esgrimiendo en su rostro un sentimiento de culpa y vanidad.
Dentro
de su lógica, sabía que la fuerza del sexo débil estaba en la debilidad del
sexo fuerte. Sabía, además, que para ejercer esa fuerza, el sexo débil solo
tenía que apretar el muslo, como un puño, y nunca abrir las piernas. Sabía
también que él no podía hacer lo mismo y declararse en huelga de hambre con su
matraca, esperando que su Celestina se arrastrara de rodillas a sus pies, con
el carapacho en estado de emergencia. Sabía que esta sinfonía, en la práctica,
es decir, su matraca, no funcionaba de igual a igual con el carapacho, lo sabía
en lo más intrínseco de su reducido cerebro.
Su
promesa de amor eterno le importaba poco. Su miserable gallardete estaba
olvidado, guardado bajo mil candados. Soltero, casado, viudo o divorciado daba
lo mismo. "Ellas reciben, yo doy", decía, cogiendo la otra mano que
reposaba sobre su matraca y apretándola con fuerza. Vivía en un estado casi
permanente de erotismo potencial, que solo requería un pequeño estímulo, un
pequeño esfuerzo para detonar: ver los senos sobresalientes bajo un escote, ver
las piernas abundantes bajo la falda o los pantalones ajustados de su vecina,
amiga o cualquier mujer. Ver lo redondo y curvo, eso era lo que tanto le entusiasmaba.
Aunque
sabía que su currículum era asqueroso, eso no lo debilitaba, porque seguía
admirando al enemigo, aunque en este caso, ella lo despreciara un millón de
veces más. Eso lo excitaba, elevaba su libido hasta alcanzar una nova. Él lo
lograría, cueste lo que cueste... Buscaría variantes, tratando de conquistar lo
inconquistable. Pensaba que no le costaría nada. Entonces, se daba un descanso,
logrando tener algunas aventuras amorosas. Pensaba que así podría equilibrar el
partido, acostándose con la amiga de su amiga o con la gordita, la viuda de
Juan Pérez...
Este
"hombre", como todos los hombres, está casado con el sexo, por
decirlo de otra manera. Cree que sus reflejos son más rápidos, que camina cien
pasos por delante, sobre todo cuando su Celestina ha detectado en el aire (sin
evidencia, por supuesto) que el náufrago regresa de una orgía necesaria,
disfrutada con sus amigos y no precisamente para discutir algún trabajo o
negocio con otros náufragos. "Para que me descubran... ¡uf!... pasarán mil
años", se dice a sí mismo, dando saltitos y llamando a sus compinches. Una
cerveza más y todo resuelto...
Lo
anecdótico de todo esto es que la Celestina conoce a su mono náufrago. Ella
sabe que todos los monos náufragos son seres inferiores, dotados
intelectualmente para dos cosas: emborracharse y conseguir sexo. Ambas cosas,
claro está, las tienen que hacer en grupo. Individualmente se disuelven porque
son cobardes. "El emborracharse y tener sexo tiene que ser en grupo, no
tiene gracia hacerlo solo, manualmente o con su pareja... No, no tiene gracia.
Mi vanidad no me lo permite. ¿Cómo demuestro yo que tiro mejor que el otro
mono? Tiene que ser en grupo".
Está
científicamente comprobado, escrito en un millón de libros, que ningún mono
náufrago vive satisfecho, encantado, risueño con la mujer que el destino le
concedió como cónyuge, consorte o mujer. Aunque hay algunos monos náufragos
despistados que no lo creen así. Pero estos son un porcentaje muy reducido...
Son casos psiquiátricos que no vale la pena mencionar.
El
descontento del náufrago se hace evidente cuando inevitablemente conoce al
ángel guardián de su queridísima mujer: la mamá de la Celestina.
Desde
luego que el concepto de "madre" es para todos una palabra bella y
hermosa, sagrada. Y cada personaje le rinde culto desde su cultura y sus
recuerdos.
Pero
resulta que la Celestina también tiene una madre. Y su madre no es una madre
cualquiera. No, no, no. Es algo más complicado y siniestro para la mente de
este náufrago.
¡Es
la queridísima mamá de ella!
En
otras palabras, su consejera espiritual, su Richelieu, su conciencia en la
penumbra de sus dudas, su Vladimiro Montesinos, su paño de lágrimas, su refugio
de emergencia, sus fuerzas armadas y policiales si se da el caso y, lo más
importante:
El
enemigo público, estatal, privado y familiar número uno del náufrago. Siempre
le dirá: "Eres el fan número uno". Por supuesto, él se lo creerá.
Ella
nunca se irá por las ramas como el náufrago. Su instinto de suegra la convierte
en chismosa, digo, periodista. Esto la llevará a entrevistar a la Celestina. Le
preguntará minuciosamente sobre el trajinar del náufrago, su forma de comer, de
pensar (porque no razona), de vestir, sus colores favoritos, cómo se comportan
sus amigos, qué champú usa, si se baña a diario o cada semana, etc. A tal punto
que en menos de lo que canta un gallo, la vieja, digo, la periodista, sabrá
sobre el náufrago lo que nunca pudo llegar a saber ni su propia madre que lo
parió.
Luego,
esa periodista tan catedrática hará comentarios perversos entre sus familiares
y amigas íntimas, que también tienen algún náufrago en sus vidas. "Yo se
lo advertí, pero ella es terca como un miércoles". "¿Qué demonios le
pudo ver a semejante tarugo?". "Y para variar, creo que hay otro
idiota en su familia... y está saliendo con mi sobrina, Tere". Y así
sucesivamente. Se regocijará en sociedad, insinuando su intuición de buena
madre.
La
madre de ella, por supuesto, tiene una jerarquía bien definida en su hogar,
donde ella misma es la reina del hogar, en segundo lugar está la reina madre,
la periodista (por no decir la vieja de miér...), y en tercer lugar, si lo hay,
el príncipe o la princesa de la casa, sin importar el orden. Esto se refiere a
los hijos planeados por ella. También puede haber un niño o una niña producto
de una menstruación retrasada. Y por último, si no hay sobrinos, gatos o perros
en la casa, está el pobre náufrago que mantiene con su "trabajo" a
toda la multitud.
Hasta
aquí con la madre de Eva, nuestra Celestina. ¿No tuvo Eva una madre? Yo creo
que sí... ¿Y qué era la serpiente? Por culpa de ella, sentenciaron al pobre
náufrago a ganarse el pan con el sudor de su frente y a morir tanto en manos de
los médicos como en un accidente de tránsito, porque el náufrago se pasó de
copas y se estrelló debajo de un camión. Bueno, algunos, que son pocos, mueren
de muerte natural. Qué triste vida, especialmente para aquellos que creyeron
ser los buenos.
Muy
bien, hasta aquí con los náufragos en general.
Pero
hay un náufrago muy especial. Un náufrago llamado Charly.
Según
el razonamiento (aunque ya dije que los náufragos no razonan) del náufrago de
Charly, existen suegras fantásticas que fortalecen el matrimonio en lugar de
arruinarlo y convertirlo en papilla. Son casos únicos que deberían enmarcarse y
subirse a Facebook.
Pero,
atención...
Resulta
que el náufrago de Charly cree que él no es solo el que sostiene el hogar, no,
no, y mucho menos el portero. Tampoco, tampoco, no, no, no... No, señor. Este
mono náufrago es el marido, es decir, la otra mitad de la naranja, el
copropietario de la cama de dos plazas, una fiera salvaje, un mono desarrollado
e intelectual, el que vive en el planeta de los simios pero que habla y hasta cree
haber inventado la escritura porque escribe relatos y cuentos sin parar.
Este
mono náufrago no es complicado, aunque es redundante decirlo porque todos son
iguales, aunque con pequeñas diferencias a la hora de cometer estupideces.
Especialmente cuando se trata de estupideces sexuales.
Lo
contrario ocurre con las Celestinas. No hay dos iguales, ya que son diferentes
en su estructura y mentalidad. El tiempo las ha ido cambiando y moldeando
debido a que aprendieron de las estupideces de sus monos náufragos. Cambian de
personalidad como cambian de peinado, lo que hace imposible que sus monos las
entiendan. Entran al dormitorio sedientas y se dejan seducir por su mono
náufrago, solo para luego hacer lo que les da la gana con ellos. Pero al final,
quedan insatisfechas. La rutina las estresa. Al día siguiente, convertidas en
brujas, les arrojan el desayuno en la mesa y las miran con desprecio. "Ni
siquiera sirves para eso", murmuran en voz baja. "¿Qué
dijiste?", replica el mono, sin entender. "No, solo digo que los
niños han dejado todo hecho un desastre... Y hoy tengo que ir a la casa de
Chichi, tenemos un almuerzo".
De
callada, se habrá convertido en chacotera y parlanchina; de autoritaria,
mansita; de amarga, más amargada; y de ángel, un demonio. Todo por culpa de su
mono náufrago. Le vendrá en consecuencia una depresión de los mil demonios y la
gran flauta. Y se volverá tan inestable como sus nervios.
El
mono náufrago nunca lo sabrá.
Ahora,
la Celestina es una verdadera lotería y más inestable que el cambio climático.
Por ello, y antes de que llegue la tormenta, el mono náufrago se habrá retirado
a mil kilómetros a la redonda, fuera de su alcance, para juntarse con sus
congéneres, los otros monos náufragos, largándose a su inefable
"point". En ese asqueroso lugar hay una mesa amplia llena de
cicatrices negras en su madera, "dos chelas más y el resto que nos
importa", gritan. Hay gras, chozas, el cielo derramando cariño con su
estúpida garúa, muchos sorbos, mucho amor suelto y flechado, revuelto en el
ambiente multicolor, y al fondo, hay seis jovencitas que los esperan,
danzantes, prestas a cumplir con su misión: "pásame una pastillita azul,
amigo, que hoy la hacemos linda...". Un dúo, o un trío, mejor seis contra
seis. El primer cretino se para y se acerca a las "niñas"; "eres
linda, hermosa, igual deben ser tus amigas". La niña no se sonroja, pero
sonríe. "Ok. Las esperamos...".
¡Monos,
monos... vengan, que acá la hacemos linda...! El serranito vestido de pingüino,
amable, trae las cervezas y el vino; un mono náufrago llena los vasos y beben a
su salud, a las de ellas; y hay un olor a cigarrillos, a licor, un olor
indescifrable que aniega sus cabezas, que les origina algunos recuerdos; huele
a sudor, a orines, a legía de matraca... a basura desparramada; y la música
truena en sus oídos, haciéndolos bailar; rememoran sus encuentros, sueñan o
piensan, y beben sin pestañear, sin cerrar los ojos; hay canas entre su pelo,
pero se sienten jóvenes, con una sensación de tiempo suspendido, ¿hablan?,
gritan, callan, siguen bebiendo, fuman, y cuando el pingüino aparece, sí, más
cerveza... Hoy la hacemos linda... ¡Están de la puta madre!
Están
haciendo un papelón... ¡Eso qué les importa! "La carne engorda el espíritu
y espanta el amor", dice Charly; lo interrumpen, una sopa es una sopa, un
cebiche y una sopa de pescado para tirar la resaca al río..., no debiste
hablar, no debiste escribirlo, será tu culpa..., y bla, bla y bla, bla...
Libertad
Holas colegas monos de tantos naufragios
ResponderEliminar¿Ningún comentario Charly?
Pero si no es novedad. "Así fueron ellas, así son ellas y no hay, ni habrá, manera de cambiarlas..."
Sólo tolerarán que le seas infiel con la titular, pero única y exclusivamente con ella. Con nadie más. Caso contrario, te arriesgarás a despertar al terrible monstruo de sus celos.
Y habrán ondeado con tanta fuerza su única bandera, que su asta terminará por quebrarse entre sus manos. Recién entonces comprenderán que lo que siempre consideraron un símbolo no era más que un arma camuflada, y utilizarán el asta rota de su bandera como una lanza, asestándote punzadas a diestra y siniestra, buscando los puntos que ellas creen más vulnerables.
Pero al final no habrá problema, porque a decir verdad nunca los hubo. Y luego de exponer lo peor de sí, vituperándote de la peor manera, terminarán sus relatos diciéndote: ... pero aún así te quiero.
Saludos para todos.
Bueno, qué decir... Yo creo que hay razones para escribir de esa manera tan desordenada y visceral: Le llegó el evento, su histórica fecha, ha arriado su bandera, por siempre y para siempre. Esto les desarrolla un carácter de los mil demonios, sin contar las crisis de nervios o los intentos de suicidio (que a veces pueden ser muy legítimos y necesarios). No quieren comprender o entender, que el mundo de los anticonceptivos ya no está relacionado con ellas. Se resisten... Pero es falso que esta graduación haya concluido su vida de mujer... No no no... No piense así. Por el contrario, la naturaleza es sabia y los misterios de la vida también. Ahora usted, es más atractiva y sensual y hay ganas de gratificarla intensamente... Sólo permítase una llamada... ¡Up! ¡Jem! Saludos.
ResponderEliminaren el primer capitulo de futurama Fry por accidente entra en una cabina de suicidios... creo que es propio de las culturas avanzadas... pero oyendo os al leer dan ganas de no confundirse de cabina.
ResponderEliminarGracias!
Muy bien dicho amiga, eso es lo que son estos mamotretos que se alucinan muy varoncitos. Muy bien escrito, y por favor escribe más que me he meado de de risa...
ResponderEliminarSaludos
Alicia
Los hombres son la estupidez más grande que la naturaleza ha creado, cuando lo entenderán; allá ellos que solo piensan en los tragos y el sexo. Tienes razón, amiga, se merecen una serpiente como suegra jajajaja Muy buena tu lectura sobre ellos ja jaja monos naúfragos, porque siempre andan perdidos.
ResponderEliminarMe aúno al pedido de que escribas más sobre estos monos... Excelente!!!!
Ja ja ja... Te pasaste. Muy bien escrito. ¡MONOS NAUFRAGOS!
ResponderEliminarSaludos