Carta
abierta de Eva para Adán.
Mí congelado y siempre engatusado
esposo:
Por medio de la presente te hago saber
que voy a salir unos cuantos días con la señora serpiente, de modo que tendrás
que buscar a un oso revoltoso que te abrigue y cobije durante mi intempestiva
ausencia. El motivo de mi fugaz escape no es para ir al salón de belleza “Dinosaurio Coffiure”, ni para comprar
hojas de parra transparentes que están muy de moda, sino más bien para visitar
el frondoso paraíso selvático y recolectar raíces y frutas para el almuerzo de
la semana. Como tú estás más agripado que un pollo, no voy a cruzar las piernas
y rascarme la panza... ¡No, qué va! En esta sociedad hay igualdad de derechos y
debemos compartir actividad; claro que cuando te recuperes tendrás que chambear
duro y parejo, tanto como negro esclavizado de la época mercantilista. Por
cierto, respecto a mi comadre la víbora, me parece una bella persona y no una arrastrada como tú dices. Voy y vuelvo
en 5 días o más. Cuida a Caincito que también está resfriado y no lo dejes
jugar con la quijada de burro, porque me parece muy sospechoso y no le creo el
cuento ese que “quiere ser integrante de una peña”. La señora Yacumama dice que
conoce una fruta exquisita llamada manzana, rica en vitaminas, deliciosa y
llena de sorpresas. Traeré algunas para que las pruebes. Arregla el jardín en
lugar de perder el tiempo jugando al póker y ganándole sus chivilines al burro
y al inocente cabrito. Coge un espinazo de “pescau” y péinate; aféitate que no
vas a poder imitar a Diego Maradona, ¡Ah, y sobre todo báñate, que el agua no
hace daño! No duermas demasiado porque eso te hace engordar. He barrido la
cueva. Por favor, si llueve no entres con los pies mojados porque ensucias.
I kiss you.
Eva.
Carta
desnuda de Abel a su hermano Caín
Estimado y revoltoso “Cumpa”:
No es que yo sea un
gran matemático o cosa por el estilo, ni pienso descubrir las leyes de la
relatividad, allá cualquier otro Huamán que lo haga, pero sí te digo que tengo
un sentido analítico, lógico y calculado que me hace sospechar que te estás
portando muy pero muy mal. Yeso no es digno de un joven catalogado como uno de
los primeros estudiantes de la clase –tú eres el segundo, por lo que el primero
soy yo y después no hay otro gato más en la escuela–; esto me indica que habrá
que aplicarte el rigor militar con su respectiva brigada del caso. ¡Después no
te quejes! Mi mamita Eva dice que yo en cambio soy muy diferente –por cierto,
eso a kilómetros se nota–. Soy muy obediente y todos los días me lavo las orejas,
la carabina, el cuello, el pechito, el ombliguito que está chick y por cierto también los “gemelos” que voy a estrenar cuando
salga la moda de la camisa. En cambio, tú necesitas tres personas (mamita,
papito y yo) para agarrarte y meterte al agua cada cinco meses. Dice papá que
quiere saber quién te acusó de haberte metido un tronco en la boca a la señora
serpiente mientras bostezaba. Para que no te rompas el coco le diré que fui yo
el que te tiró dedo, porque no quiero tener un hermano maleducado,
especialmente ahora que somos tan pocos en el mundo. Por cierto, el otro día te
vi hablando con el sicario
rinoceronte y señalando a la burra Casimira ¿Qué intenciones tienes con ella?
¿Por qué llevas esa cesta de honguitos envenenados? ¿Acaso no puedes trabajar
honrada y decentemente como yo que trasquilo a mis ovejitas en invierno?
¿Tampoco puedes vender manzanas chilenas ahora que hay venta libre sin ninguna
prohibición ni temor por el cuentillo del pecado? Aunque sea cambia pollos por
botellas, de repente así llegas a magnate. Pórtate bien y si tienes algún tono
invita.
Se despide con un
efusivo abrazo desodorantizado:
Abel.
Carta antediluviana de Matusalén a Sara
Querido y siempre
jovial señora mía:
Debo avisarle con
mucha emoción y júbilo otoñal que ayer cumplí 960 años y la tribu patriarcal me
hizo un agasajo bien chévere, paja, pajita, y me preparó una torta de 10
toneladas con 6 π
metros de diámetro, esto por supuesto debo confesarlo no se debió al gran
sentimiento abnegable y altruista de los patas, si no más bien para que
entraran todas las velitas del cumplemenos. Desgraciadamente a la hora de
encenderlas se produjo un dantesco incendio que redujo el pueblo a cenizas. No
se escapó ni una mísera choza y por esta razón esta noche nos mudamos todos a
una caverna. Felizmente no hubo desgracias personales por que el único carbonizado
fue mi tío Anacleto que tenía 1300 años y estaba tan reseco que se había hecho
altamente combustible. Su muerte fue muy sentida por nosotros... ya que sus
gritos se oían a 2 kilómetros de distancia.
Fuera de este pequeño contratiempo, la
fiesta resultó muy bonita. Mi nieto Noé hizo un espectacular número con sus
leones amaestrados, pero no le salió perfecto porque los mininos todavía no le
obedecen bien y se comieron 13 espectadores ¡Qué mala suerte!... siquiera se
hubieran comido uno más... también hicimos un sacrificio humano, y en la rifa
salió agraciada tu suegra, que murió chillando como un gorila, aunque tuvimos
que bajarla entre varios del árbol donde se había trepado. El brujo de la tribu
me hizo un chequeo y dice que todavía viviré muchos años más, pero me hizo
jurar y perjurar de no celebrar más mis onomásticos en la forma tan delicada
como lo hice. Sin otras novedades, se despide tu superarchiultratatarabuelo que
te estima mucho:
Matusalén.
Carta certificada de Jacob a Rebeca
Rebeca, mi
obsesionada y ahorrativa ilusión porcentual:
Me encuentro preocupado por los rumbos que lleva mi
azarosa y trajinante vida, debido a una serie de percances dignos de ser
incluidos en las historietas de Ripley. Te contaré que hace algún tiempo estuve
más asustado que cucaracha en fiesta de huancaínos al compás del son de los
rompepisos, y este temor se debía a dos pequeñas bromillas que le gasté a mi
hermano Esaú. En la primera le cambié mi plato de lentejas por su primogenitura
–poca cosa– y en la segunda le hice el cuento de la musaraña y, mientras estuvo
ausente, hice que el viejo Isaac me bendijera antes de salir de viaje en busca
del paraíso celestial. Claro que el viejo atracó y me dio su bendición creyéndome
ser el tartufado de mi hermano. Hubieses visto la cara de orangután estreñido
que puso cuando se enteró del pingüe suceso; hasta ahora me debe estar
buscando, pero como soy muy tahúr busque asilo en una colonia africana donde la
vida es más moderna y ahora me dedico a los negocios de embargo y usura. Pero
no todo es brillante como las monedas recién acuñadas, el otro día que fui a
cobrar a un cliente se me ocurrió pasar por el zoológico de la ciudad y al
apostarme junto a la jaula del león ocurrió mi gran desgracia, de súbito y sin
poder percatarme se abrió mi James Bond y ¡zas! Se esparcieron los billetes por
el suelo; tardé media hora en recogerlos, pero uno de ellos estaba dentro de la
jaula del melenudo y, al tratar de recuperarlo estas son las consecuencias:
estoy desgarrado por el dolor y por los rasguños del felino que redujo mi
casimir bueno bonito y barato a un simpático plumero de hilachas con pellejo,
ya que, cuando entré a su jaula a recuperar la libra que se voló con el viento,
el león me agarró de contraataque y me escarmenó todo el esqueleto, ¡pero
recuperé mi billete!, y para salir tuvieron que sacarme los bomberos. Mi fina
corbata inarrugable importada se arrugó con mi pescuezo adentro. Mi camisa de
popelina se encogió con el agua de las mangueras y se convirtió en pañuelo con
botones a la última moda. ¡Pero recuperé mi billete! Por cierto, también perdí un
kilo de carne que tenía debajo del pantalón (confeccionado en cómodas cuotas
mensuales sin intereses). De la camiseta no me quedaron más que los huecos y al
final el león terminó con mis zapatos puestos... ¡Pero recuperé mi billete!
Ahora me encuentro en
mi lecho de dolor desde donde te escribo y estoy con una fiebre de 40 grados,
pero por ser para ti que eres un cliente de la casa te la dejo en 39,8 grados.
Como siempre, con una
ganga se despide tu devaluado amo y señor.
Jacoibito$.
Marcolino
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