I
La miro lejana, esquiva;
busco palabras titubeantes
que huyen antes de ser mías
y enredan todo.
Ahora las junto.
Quiero que digan,
para que me escuches
desnuda,
igual que el sonido de las olas
reventando en la orilla.
Claro.
Seguramente,
en la mesa de una buena amiga
almorzaste,
anocheciendo en una silla,
sola.
Con tus preocupaciones transversales
llegadas del mundo,
hablaste de cosas sin sentido,
como ausencia recordada.
Y te dolieron pensamientos prófugos
tras saborear algún plato preferido
y tamaña cortesía.
Te abrigas tiernamente
y aprietas con rigidez la bufanda.
El abrigo suspira y te hace señas.
Arrecia el frío y extraña la duda,
mientras el corazón suena
como río desbocado.
Luego meditas,
aferrada a tu tristeza
bajo el dintel de una entrada
que es salida.
Palpas el mentón
ya en retirada
y hundes las manos en los bolsillos
rindiéndote a la nostalgia.
Un temblor llega a tu cabeza
y la idea también,
tu corazón se contrae aún más
al evocar tu primer beso
desgarrando en la memoria,
matándolo suavemente,
desvencijada.
Tu carantoña acariciando
un rostro amoratado
es intangible en tu memoria.
Y está bien, y está mal
haberlo mirado de arriba abajo
o viceversa,
cebado y rechoncho
en alguna foto que conservas
en lugar predestinado.
También te has reído
mordiéndote los labios,
entendiéndolo todo sin esfuerzo,
tarareando sin respeto,
evocando completa su imagen
en el espejo reciclada.
Examinando, en fin,
sus distribuidos ornamentos
burlándote en conjunto
te has reído por completo.
Sabiendo que lo quieres
y odias con afecto,
sonríes por un momento.
Le haces un ademán a tu conciencia
y te miras perpleja en el espejo,
emocionada.
Casi abrazas a tu reflejo
que nació por una llamada
saliendo muy ampliada al aire,
llena de secretos.
Te ves desnuda,
flexible,
generando ácido y dulce jugo
en tus entrañas.
Buscas entre tus pensamientos
un zumo afilado de olores
con agradable forma de benevolencia.
Alcanzando estado febril
de llamas interiores de gozo
logras mirarlo con reproche.
Te vengas musicalizando todo
con guitarra que resuena añeja.
Así tal vez deba ser
si llamaras terca como niña,
alguien vendría cual campana súbita
dando gritos cual fantasma,
dejándolo con la boca amarga
al borde de la espuma.
Pero si respiraras en su oído,
el corazón caería en el espacio
que se burla al alejarlos.
Dices que lo llamas,
que le das bajo la funda.
Viste. Todo se acabó.
Y la soledad te alumbra.
Deja de ser un quejido,
niña vieja.
No dejes que el tiempo encuentre
una catacumba donde solo hay
penumbra y nada se oye.
Yo veo sólo eso.
A veces, mucha lluvia
con ruido de llamas húmedas.
Como fantasma blanco
rasgando sus vestiduras.
¿Quieres ser ese fantasma?
Alguien vendrá y te soplará con furia.
Sin embargo, sería deleitoso
circular desnudos, como un grito
a orillas del océano,
solos,
y vestirla sin cerrar los ojos.
II
Oh musa lejana, en tu mirada estricta,
como hojas de un otoño vacilante,
busco las palabras que se deslizan,
mías pero fugitivas, enredadas,
las recojo ahora, las junto con gracia.
Quiero que hablen, que resuenen desnudas,
como las olas rompiendo en la orilla,
claro y posiblemente, en la mesa amiga,
anocheciendo en la silla solitaria.
Con cuitas transversales, como recién llegadas,
has charlado de sinsentidos, de ausencia
recordada,
te han dolido pensamientos cercanos a la huida,
tras el disfrute de platos preferidos, cortesía
compartida.
Te abrigas tiernamente, constriñes tu chalina,
el frío arrecia y la duda se cierne,
el corazón suena como río descarado,
meditas aferrada a tu tristeza, en el umbral
que es salida.
Palpas el mentón en retirada, manos en
bolsillos,
sucumbes a la nostalgia, recordando el primer
beso,
lo matas suavemente en la memoria desvencijada,
carantoña intangible en el rostro amoratado.
Bien y mal se entrelazan al mirar de arriba o
abajo,
cebado y rechoncho en alguna foto predestinada,
te has reído mordiéndote los labios con
entendimiento,
tarareando sin respeto, reciclada imagen en el
espejo.
Examinas tus ornamentos distribuidos,
burlándote,
risas completas al comprender que lo quieres y
odias,
sonríes un momento, haces un ademán a la
conciencia,
te miras emocionada en el espejo, casi abrazas
tu reflejo.
Nació por culpa de una llamada, aire ampliado,
llena de secretos, te ves desnuda y flexible,
originas ácido y dulce jugo en tus entrañas,
buscas un zumo de olores afilado en
pensamientos.
En el estado febril de llamas interiores,
miras con reproche y enojo, te vengas con la
guitarra,
quizás así deba ser, llamando como niña terca,
alguien vendrá como campana súbita, gritos de
fantasma.
Pero si solo respiras en su oído, el corazón
caerá
en el espacio que los aleja y se burla,
dices que lo llamas, das bajo la funda,
todo se acaba y la soledad te ilumina.
No solo un quejido, niña vieja, deja
que el tiempo encuentre una catacumba,
donde nada se oye, solo hay penumbra,
yo veo eso, mucha lluvia, ruido de llamas
húmedas.
Como un fantasma blanco rasgándose vestiduras,
¿quieres ser fantasma? Alguien vendrá,
soplará con furia, deleitoso circular como
grito,
orillas del océano, totalmente desnudos.
Vestir la realidad sin cerrar los ojos,
oh musa, deja que esta poesía sea
una danza de palabras, un canto que susurre
en el viento de la eternidad.
III
Contemplando, austera y distante,
como una palmada titubeante,
busco mis palabras,
más que mías,
ellas escapan
y enredan todo.
Ahora las reúno,
pretendo que expresen,
para que tú escuches
desnuda,
cómo resuena el sonido de las olas
rompiendo en la orilla.
Claro,
quizás,
en la mesa de alguna amiga
has almorzado,
anocheciendo en una silla,
solitaria.
Con tus preocupaciones transversales,
como si acabaran de llegar del mundo,
has dialogado sobre cosas sin sentido,
como ausencia recordada.
Te han pesado tus pensamientos,
cerca de la huida,
tras el disfrute de algún plato amado
y la cortesía inmensa.
Te arropas con ternura
y aprietas con firmeza tu chalina.
El abrigo, suspirando, te hace una señal.
El frío arrecia y la duda se extraña,
mientras el corazón suena como un río audaz.
Luego reflexionas,
aferrada a tu melancolía,
bajo el umbral de una entrada
que es una salida.
Has palpado tu mentón en retirada
y has metido las manos en los bolsillos del
pantalón,
rendida a la nostalgia.
Un temblor te recorre,
la idea se asoma,
tu corazón se contrae con fuerza,
porque has recordado ese primer beso,
desgarrándolo en tu memoria,
asesinándolo con suavidad y desgaste.
Tu caricia,
acariciando un rostro amoratado,
es intangible en tu memoria.
Está bien,
está mal,
haberlo mirado de abajo hacia arriba
o de arriba hacia abajo,
ceñido y regordete,
en alguna foto que conservas
en un sitio predestinado.
Te has reído también, mordiéndote los labios,
comprendiéndolo todo sin esfuerzo,
tarareando sin respeto,
recordando su imagen completa,
reflejada en el espejo.
Examinando, al fin, sus dispersos ornamentos,
burlándote en conjunto,
se han reído por completo.
Comprendes que sabes que lo quieres
y que lo odias con afecto,
sonríes por un momento,
haces un gesto a tu conciencia.
Emocionada, te miras perpleja en el espejo,
casi le das un abrazo a tu reflejo,
nacido por culpa de una llamada,
saliendo al aire ampliada,
llena de secretos.
Te observas desnuda, flexible,
generando un ácido y dulce jugo en tus
entrañas.
Buscas entre tus pensamientos
un agudo néctar de olores,
con amable forma de benevolencia.
Al alcanzar el estado febril
de las llamas internas de tu gozo,
logras mirarlo con reproche y enojo.
Te vengas musicalizando todo,
con una guitarra que resuena antigua.
Así es,
tal vez debe ser así,
si solo llamases como niña terca,
alguien vendría como campana súbita,
gritando como un fantasma,
dejándote con la boca amarga,
al borde de la espuma.
Pero si solo respirases en su oído,
el corazón caería en el espacio
que los separa y que se burla.
Tú dices que lo llamas,
que le das bajo la funda.
Viste.
Todo se acabó.
Y la soledad te ilumina.
Deja de ser solo un quejido,
niña antigua.
No permitas que el tiempo encuentre una
catacumba,
donde nada se oiga,
donde solo haya penumbra.
Yo veo solo eso,
a veces mucha lluvia
con un murmullo de llamas húmedas,
como un fantasma blanco
rasgándose sus vestiduras.
¿Quieres ser fantasma?
Alguien vendrá y soplará con furia.
No obstante,
sería un deleite
circular como un grito,
a orillas del océano,
completamente desnudos,
solos,
y vestirlo sin cerrar
los ojos.
IV
La miro estricta, lejana;
como palmada vacilante
busco mis palabras:
más que mías
ellas huyen
y todo lo enredan.
Ahora las junto.
Quiero que digan,
para que me oigas
desnuda,
como es el sonido de las olas
reventando en la orilla.
Claro.
Posiblemente,
a la mesa de una buena amiga has almorzado,
anocheciendo en una silla,
sola.
Con tus cuitas transversales,
como si recién llegaran del mundo,
has conversado de cosas sin sentido,
como ausencia recordada.
Y te han dolido tus pensamientos cerca de la
huida,
después del disfrute de algún plato
preferido
y de tamaña cortesía.
Usted se abriga tiernamente
y constriñe con rigidez su chalina.
El abrigo suspirando le hace una seña.
El frío arrecia y la duda se extraña
y el corazón como rio descarado le suena.
Luego medita
aferrada a su tristeza,
bajo el umbral de una entrada
que es una salida.
Se ha palpado el mentón
ya en retirada
y ha puesto las manos en los bolsillos del
pantalón
sucumbiendo a la nostalgia.
Se le viene a la cabeza un temblor
y la idea llega,
su corazón se contrae con más fuerza,
porque ha recordado su primer beso
rasgándolo en su memoria,
y lo ha matado suavemente
desvencijada.
Su carantoña,
acariciando un rostro amoratado,
es intangible en su memoria.
Y está bien
y está mal
haberlo mirado de abajo para arriba
o de arriba para abajo,
cebado y rechoncho,
en alguna foto que conserva
en un sitio predestinado.
Se ha reído también mordiéndose los
labios,
comprendiendo todo sin esfuerzo,
tarareando sin respeto,
recordando completa su imagen
reciclada en el espejo.
Examinando,
en fin,
sus distribuidos ornamentos,
burlándose en conjunto,
se han reído por completo.
Comprendiendo que sabe que lo quiere
y que lo odia con afecto,
sonríe por un momento.
Le hace un ademan a su conciencia,
y emocionada se mira perpleja al espejo.
Casi le da un abrazo a su reflejo,
que nació por culpa de una llamada,
saliendo al aire muy ampliada,
llena de secretos.
Se miró desnuda,
flexible,
y originó un ácido y dulce jugo en sus
entrañas.
Buscó entre sus pensamientos
un afilado zumo de olores
con agradable forma de benevolencia.
Alcanzando el estado febril
de llamas interiores de su gozo,
logra mirarlo con reproche y enojo.
Se venga musicalizándolo todo,
con una guitarra que resuena añeja.
Así es,
tal vez deba ser así,
si solamente llamaras como niña terca,
alguien vendría como campana súbita,
dando gritos como un fantasma,
dejándolo con la boca amarga
al borde de la espuma.
Pero si solamente tú respiraras en su
oído,
el corazón caería en el espacio
que los aleja y que se burla.
Tú dices que lo llamas,
que le das bajo la funda.
Viste.
Todo se acabó.
Y la soledad te alumbra.
Deja de ser solamente un quejido,
niña vieja.
No dejes que el tiempo encuentre una catacumba,
en el que nada se oye,
en el que sólo hay penumbra.
Yo veo sólo eso.
A veces mucha lluvia
con un ruido de llamas húmedas
Como un fantasma blanco
rasgándose sus vestiduras.
¿Quieres ser fantasma?
Alguien vendrá y te soplará con furia.
Sin embargo
sería deleitoso
circular como un grito,
a orillas del océano,
totalmente desnudos,
solos
y vestirla sin cerrar
los ojos.
Loro
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