¡Vaya
con la salud mental! La otra noche me quedé conversando hasta muy tarde en casa
de una amiga judía. Estuvimos en la terraza y en unas de las mesas de té. Ella
es alta, gruesa, de pelo rubio y una lora que no para de hablar. Tiene unos
cincuenta y cinco años y dos hijas que la visitan a menudo. También tiene un pequeño
perro negro que es cuidado mejor que el marido; le da una comida especial.
Esa
noche empezó diciéndome que la raza humana es la única raza que tiene la
capacidad de reírse. Pero sobre todo, que es el único ser viviente que es
capaz, voluntariamente, de hacer reír a otro.
—Tú
sabes ¿cuál es la diferencia entre lo gracioso y divertido? —me preguntó,
moviendo la cabeza.
—No,
no lo sé. ¿Cuál es? —inquirí, sonriéndole.
—Te
lo voy a responder con un ejemplo: cuando estuve en la fiesta de graduación de
mi colegio, una de mis amigas me dijo: “cuando te toque subir al proscenio, te
vuelves, te subes la falda y le muestras las nalgas a la directora”. Y así lo
hice… Subí lentamente al estrado, levanté ambos brazos y saludé a todas mis
amigas, haciendo con mi mano una “V” de victoria. El profesor que estaba a mi
lado, con el micro en la mano, me miró sorprendido, pero siguió con el
protocolo. Me hizo entrega del diploma, luego me dio un beso y un abrazo.
Cuando terminó conmigo, giré mi cuerpo dándoles la espalda a mis amigas y a la
directora que estaba sentada al frente; me subí la falda y les enseñé el
trasero. Al instante hubo un mate de risa terrible. Entonces, la directiva del
colegio, me llamó inmediatamente y me llevó al fondo para recriminarme. Todo el
mundo se rió por un buen rato. Les pareció muy gracioso y divertido lo que yo
había hecho. La graciosa había sido yo, pero la divertida había sido mi amiga,
que fue quien me lo propuso… ¿Entendiste?
—Sí
—le respondí casi riéndome.
En
esos momentos sonó mi celular. Ella hizo una mueca de desagrado, me lo quitó y
lo apagó.
—¡Al
diablo! Si quieres conversar amenamente conmigo, nada de contestar celulares…
Son objetos estresantes… ¡Ah! Esto me ha llevado a recordar una anécdota
histórica, te lo voy a contar: había un judío y un italiano hablando de sus
respectivas culturas. El italiano le dice: “escavando en Roma, encontraron un
alambre de cobre que tenía más de dos mil años”. Y el judío le pregunta: “Y
eso, ¿qué significa?”. A lo que el italiano le responde: “eso significa, que
hace dos mil años nuestros ancestros ya usaban el teléfono”. Dice el judío:
“¿sabes qué encontraron en las excavaciones que hicieron en Jerusalén y que
corresponden a tres mil años?”… El italiano le pregunta: “¿Qué encontraron?”
Responde el judío: “nada”. “¿Cómo que nada? Y eso, ¿qué significa?” Vuelve a
preguntar el italiano. “Significa que hace tres mil años ya habían inventado el
teléfono inalámbrico…”
Sonreí
maquinalmente para animarla y para que siga contando sus anécdotas. Ella tenía
muchas ideas en la cabeza y muchas palabras en la lengua.
Entonces
la miro y ella me devuelve la mirada. Se vuelve y coge el retrato de su mamá que
estaba en una mesita adyacente a ella; limpia el vidrio con su mano y lo
observa por unos momentos.
—¡Me
parece extraño que ya no esté conmigo!… —soltó un suspiro y luego le besa la
frente sobre el vidrio. Rebobina sus recuerdos y prosigue— Era más lora que yo…
Siempre me contaba sus anécdotas. Te cuento una:
Un
día ella se encontró con una amiga de toda la vida.
—¿Cómo
está tu hija? —le preguntó a la amiga.
—La
acabo de dejar en el aeropuerto, porque se va de luna de miel…
—¿Y
cómo de luna de miel? Si tu hija se casó hace como ya ocho años… Y es tu única
hija que yo sepa.
—Sí,
sí, sí… Se casó, pero se divorció del médico con el que estaba casada y se casó
con un abogado.
—¿Cómo?
¿Se divorció del médico y se casó con un abogado? ¿Pero tu hija no estaba
casada con un ingeniero?
—¡Nooo!
Del ingeniero ya se separó antes… Después se casó con el médico y después con
el abogado.
Mi
madre, desconcertada e inmiscuyéndose, le dijo:
—Rebeca,
que envidia que me da… Una sola hijita y tanta satisfacción…
Al
ver mi cara de asombro, detuvo su perorata. En esos mismos instantes, entró una
muchacha y nos sirvió unos bocaditos y un café bastante cargado para mi gusto.
—La
crisis está fuerte —continuó—. Hace falta que tomen nuevas decisiones. Pero
tiene que ser decisiones que originen un orden diferente. Ya las cosas
inamovibles han dejado de ser, eso, inamovibles… Sabes que los chinos escriben
“CRISIS” con dos ideogramas; uno encima del otro. El de encima, solito,
significa: “PELIGRO”. El de abajo, solito, significa: “OPORTUNIDAD”. Y esto es
lo que deben de entender.
—¡Sí,
es terrible! ¡Qué falta de tacto!... —contesto con curiosidad y tratando de ver
a dónde quería llegar.
Entonces
me mira con las cejas curvadas; yo la quedo observando con las manos levantadas,
como indicando que tiene razón.
—¡Qué
embrollo! ¡Qué lento se hacen las cosas en este país! —me dice, arqueando aún
más las cejas.
Me
sentía un poco fuera de lugar. Nunca pensé el sesgo que iba a tomar nuestra
conversación. Creo que por eso trataba de recordar. Entonces me quedé meditando.
Al final recordé un chiste que me contó un amigo.
—Sabes
—le dije—; viajando atrás en el tiempo, un amigo me propuso algo interesante:
—Bety,
estoy a punto de hacer una inversión con unos amigos trujillanos; es una
inversión de un millón de dólares… Que si sale bien, nos casamos y nos vamos de
luna de miel tres semanas a la tierra de tu padre; tres semanas con todos los
gastos pagados, viviendo a cuerpo de rey, en la hermosa ciudad de Arequipa.
¿Qué te parece?
—¡Tres
semanas con todos los gastos pagados, me parece una buena oferta! —le contesto con
admiración— ¡Pero, si sale mal!…
—¡Aaah…!
Bueno…, si sale mal, nos casamos y nos vamos a vivir ahí…
Mi
amiga puso una cara seria. No había entendido nada.
—Sí,
sí, bien…, pero no comprendo… —dijo, mirándome con curiosidad, extrañada por el
chiste.
Rápidamente
le hago una pregunta:
—¿Sabes
cuál es la raíz o el origen del nombre Isaac?
—Sí…
“¡Es el hijo de la alegría!”
—Ah,
entonces Dios es el primer bromista en la historia del hombre. Porque la
primera broma, el primer juego de inocentes, se la hizo a Abraham… Le tomó el
pelo cuando le hizo creer que tenía que sacrificar a su hijo.
Se
levantó dando un golpe a la mesa y riendo. Me miró unos instantes en silencio y
añadió:
—Tienes
mucha razón. El pueblo judío tiene como una de sus tradiciones el humor. Y, sí,
ese debe ser el inicio… Pero también su comida, que es tan buena como la de tu
país.
Levanto
la cabeza y miro sobre el reloj que estaba prendido en la pared; me doy cuenta
que es muy tarde.
—¿Ya
te quieres ir? —me pregunta, saliendo por detrás del sillón y dirigiéndose
hacia la ventana que da a la sala.
—Sí.
Ya es muy tarde; mañana tengo que ir temprano al trabajo. Los lunes son los
días más pesados…
Ella,
imparable, me dice:
Ten
presente esto: “la mujer es superior al hombre desde su creación. El hombre fue
creado de la tierra, algo inerte, una cosa inorgánica. En cambio, nosotras,
hemos sido creadas de un ser humano, somos de origen orgánico… El hombre tiene
que trabajar para llegar al nivel espiritual que la mujer tiene por naturaleza.
Una mujer como Dios manda es la que hace la voluntad de su marido. O sea, hace
lo que el marido quiera lo que debería querer…”
Libertad
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