viernes, 30 de noviembre de 2012

El mago y la bruja

Esta es la historia de un quiromántico. Su nombre: Charly.
Le gustaba leer las manos y hacer magia con su mente. Él no tenía varita mágica, ni espejo mágico; pero sí cortesanos o amigos a quienes él les preguntaba si era el mejor mago de todos los tiempos. Cuando me refiero al adjetivo mago, me estoy refiriendo a alquimista, filósofo, libre pensador, religioso o místico. Tal vez hasta profeta.
Sus cortesanos o amigos, celebraban y festejaban que él viviera y existiera allí, junto a ellos.
Muy lejos, en otro pueblo, vivía una bruja, que según el mago, lo había dejado plantado no yendo a la fiesta que él organizó con mucha dedicación.
Él no solo tenía fama de ser un hombre muy bueno y generoso, sino además, que sus amigos lo querían. A la bruja, no. No decían lo mismo de la bruja.
Un día, cansada de que la gente y los cortesanos la trataran de lo peor, la bruja urdió un plan:
Organizaría una gran fiesta a la cual invitaría a todo el pueblo, al mago y a sus cortesanos. Al fin de la cena, solicitaría la atención de todos los presentes y convocaría al mago al centro del salón. Una vez en el centro, le preguntaría si era cierto que podía leer las manos.
El mago, entonces, tendría dos posibilidades:
La primera: decir que no, decepcionando así la fascinación que el pueblo y los cortesanos tenía por él. La segunda: decir que sí, ratificando su afamada fama. La bruja lo conocía muy bien; ella estaba convencida de que escogería la segunda posibilidad. Sabiendo esto, le pediría que le leyera la mano y le dijera el por qué ella no llegó a la fiesta que él organizó y a la cual ella estaba invitada. Este daría una respuesta cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento planeaba la bruja decir su verdad y terminar de desenmascararlo. Lograría con esto dos cosas de un solo asalto: la primera, deshacerse de su amigo para siempre, y la segunda, demostrar que el mago era un fraude, porque no había podido leerle la mano. Ella terminaría todo en una sola noche, terminaría con El mago y el cuento de su afamada quiromancia…
Los preparativos y sus planes no se hicieron esperar, y muy pronto el día de la fiesta llegó.
En el salón, todos se divertían, alzando sus copas de vino y los vasos de cerveza. Bailaban sin parar; bailaban con ritmo y sin ritmo. El mago no bailaba. Sirvieron la cena y todo quedó en silencio. Algunos meditaban, otros oraban acodados sobre la mesa. Terminada la cena y aprovechando que todos estaban sentados, la bruja se encaminó al centro del salón y llamó al mago. El mago no se hizo esperar y absorto, avanzó hasta donde estaba la bruja. Una vez en el centro, la bruja le preguntó:
—¿Estoy enterada de que puedes leer la mano?
—Más o menos —contestó el mago.
—¿Y puedes decir el por qué no llegué a la fiesta que tú organizaste? —volvió a preguntar la bruja.
—Tuviste miedo… Tal vez algo más —contestó el mago.
—¿Me puedes decir miedo a qué o a quién?
El mago se volvió hacia la muchedumbre. Tomó aire y le respondió:
—La verdad, no me animó a decirlo. Es mejor que no lo sepas…
—Lo que pasa es que eres un fraude y no puedes saberlo —dijo la bruja, con el rostro lleno de rabia.
—Lo que pasa, es que no puedo precisar tus sentimientos… Lo único que sé, es que el miedo te invadió…
La bruja lo quedó mirando con asombro. Se quedó muda por unos instantes. Los pensamientos se agolpaban en su cabeza. Los cortesanos se miraban entre sí.
—¡Me siento mal…! —Contestó la bruja— ¡Eres un fraude!… La verdad es que no sentí miedo, sino pena. Pena de que al presentarme viera tu cara patética y tu silencio que me inspiraría lástima. Porque a pesar de todo lo sigo queriendo, como amigo… La fiesta era tuya… No era necesaria mi presencia. ¿Tú crees en un amor para toda la vida? ¿Cuándo apostaste? Uno tiene que apostar para llegar a que lo sea… Te ubicaste en un sillón y te pusiste a meditar sobre tu esperanza. No sé hasta cuando esperarás ahí sentado. Porque yo ya no espero… El que no apuesta, solo consigue una relación frugal, transitoria…, intranscendente. Una relación transcendente implica un compromiso, implica una entrega, un encuentro de almas. ¿Alguna vez ocurrió eso?... Compromiso es una palabra sin compromiso para ti… ¿Puedo, acaso confiar en ti? ¿A dónde enviaste nuestra amistad? Nos confiábamos y nos gustábamos… ¿Amor romántico? ¿Quién quiere eso? El que lo quiere debe de ser un loco… Eso es como cogerse de las manos…; y solo sirve para tironearse, para jalonearse… Que es lo que hacemos ahora…
El pueblo y los cortesanos quedaron pensativos. La bruja y el mago, alguna vez en el tiempo, se habían fijado mutuamente el uno del otro… ¡No lo podían creer…!
Libertad

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